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DAVID TRUEBA. cINEASTA Y escritor

"Vivimos en una democracia en la que todos debemos pensar lo mismo"

  • El madrileño cerrará mañana a las 20:00 en el Auditorio del Cicus la segunda edición del festival de música y literatura Bookstock, donde presentará su novela 'Tierra de campos'

David Trueba (Madrid, 1969) recibió con su tercera novela 'Saber perder' el Premio Nacional de la Crítica.

David Trueba (Madrid, 1969) recibió con su tercera novela 'Saber perder' el Premio Nacional de la Crítica. / javier albiñana

A veces la vida dispara señales que impactan directamente en alguien que puede descifrarlas. De eso sabe un rato David Trueba (Madrid, 1969), quien narra en su última novela la historia de un tipo que emprende un singular viaje en el coche de una funeraria para enterrar a su padre en el pueblo donde nació. "¿Qué tengo que ser para ser yo? ¿Qué tendría que hacer si yo fuera yo?", se pregunta el protagonista de Tierra de campos (Anagrama). El escritor llega mañana a Sevilla como uno de los principales reclamos del Bookstock, el festival de los libros del Cicus.

-¿Qué pueden proponer los libros para estos tiempos tan crispados?

Me interesan los personajes que están rodeados de defectos; los que plantean batalla, incluso contra sí mismos"

-Los libros son un remanso de lentitud en un tiempo muy acelerado. Ellos requieren un tiempo, una calma, una atención, precisamente todas esas cosas que hacen más rica la vida de una persona. Vivimos en un tiempo veloz, distraído; estamos muy pendiente de los demás. En cambio, el libro establece una relación lenta, íntima, muy particular entre el escritor y quien lo lee. Los libros son una oportunidad de pensamiento.

-Para los creadores, al menos, parece un reto expresar hoy sus opiniones. Isabel Coixet lamentaba recientemente su silencio en el tema catalán. También está el boicot a su hermano Fernando, a quien dedica, por cierto, Tierra de campos.

-Somos un país que se nos llena la boca con las palabras 'democracia' y 'libertad' pero sólo creemos en ellas si terminas pensando lo mismo que opino yo. Ahí está el problema. Llevamos años sobreutilizando esos términos hasta despellejarlos y vaciarlos de contenido. La democracia es muy sencilla: consiste en que enfrente de ti hay personas que opinan cosas distintas y el empeño está en escucharlas, decir lo que piensas, entender por qué ellos lo hacen de forma diferente y tratar de llegar a un acuerdo de convivencia. Pero vivimos en una democracia en la que todos deben pensar lo mismo.

-Usted tiene predilección por seres perdidos, incompletos. Ahí está en su última novela el músico Dani Mosca.

-Frente a unos personajes de una pieza que la ficción a veces propone, a mí siempre me han atraído más los que están rodeados de carencias. En esa satisfacción está la grandeza del ser humano. Lo que tiene mérito son los instantes de plenitud que vivimos y las cosas maravillosas que somos capaces de hacer, pese a que estamos llenos de miserias, egoísmos, imperfecciones. A mí me gusta la gente que se plantea batallas, incluso contra sí mismos. Ése es el caso del protagonista, Dani Mosca, del que trato ofrecer al lector qué ha sido de él en sus 40 años de vida.

-Escritor, guionista, crítico literario, director de cine… Llama la atención que haya optado por un músico como principal personaje de Tierra de Campos.

-Para mí, es muy importante que suene a creíble. De ahí que haya elegido para el protagonista una profesión distinta a la mía porque me obligaba a una curiosidad, a una investigación que no emprendería si se dedicara a lo mismo que yo. Además, me interesaba mucho la música por su tremenda capacidad para construir biografías. No existe otra expresión artística con esa capacidad.

-Lo envuelve, además, en un viaje muy especial: el traslado de su padre difunto al pueblo donde nació y donde quería ser enterrado.

-Me gusta que los personajes hablen al desplazarse físicamente y que sea también un viaje emocional. El protagonista viaja a los orígenes del padre para buscar los propios. ¿En qué medida somos por nosotros mismos y cuánto hay de hereditario y cultural en nuestra forma de ser? Es una metáfora perfecta para entablar un diálogo emocional.

-Más que un diálogo, ese cruce generacional lo plantea a veces como conflicto. El padre tiene un lugar donde quiere ser enterrado. El hijo, en cambio, no pertenece a ningún lado.

-Sinceramente, a medida que iba escribiendo Tierra de campos, caí en la cuenta del enorme salto que hay a partir de mi generación con las anteriores en relación con el territorio físico, con el origen, con la raíz. Ellos pertenecían a un territorio; nosotros, no. Somos el fruto de influencias que vienen de todas partes del planeta. Somos los hijos de un tiempo globalizado. De ahí también el desasosiego de nuestra generación y el fortalecimiento de muchos nacionalismos. Parece que existe la necesidad de pisar tierra firme. También habría que reconocerles a ellos que nos dieron un bienestar con un coste personal que nosotros estamos poniendo ahora en peligro.

-Ha reconocido que la figura del padre es el personaje más autobiográfico.

-De todos los personajes que componen Tierra de campos, el más cercano a alguien real es el padre, que tiene muchos elementos del mío, pero transformados, lógicamente. Hay cierta tendencia entre los lectores a identificar al protagonista con el autor. Así parece que los libros que no son autobiográficos terminan siéndolo. Ni inventando puede escapar uno de su biografía. Es una especie de maldición [risas]. A mí me gustaría que el lector de la novela empezara diciendo cuánto hay de David Trueba en ella y acabara diciendo: 'Dios mío, cuánto hay de mí mismo'. Sería el mayor de los elogios.

-También Tierra de campos es una novela sobre la amistad.

-Son personajes fundamentales para que la novela se sostenga porque lo que sucede en ella es bastante habitual y repetido. Lo que tiene interés es cómo lo reinterpretan sus protagonistas. Trato de darle a cada personaje su potencia. Por ejemplo, Animal es importante por su sentido de lealtad. Gus tiene mucho de un tiempo donde los colegios eran lugares muy hostiles para los homosexuales.

-¿Cómo consigue trenzar el trabajo del cine y la literatura?

-En mi caso, las historias deciden qué van a ser finalmente, si una película o un libro. Luego lo de ser escritor y director de cine tiene a veces un coste porque estás, de algún modo, marginado. En el mundo literario te miran con sospecha porque eres un cineasta que se dedica a escribir y en el cine te etiquetan como escritor. Es un pequeño fracaso, pero lo vivo sin dramatismos.

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