Rafael Riqueni estrenó sus sevillanas: una delicia de frescura, naturalidad y diálogo, en igualdad de condiciones, con la tradición más delicada y sentimental del género. Y, por supuesto, plenamente bailable. El trianero demostró que se encuentra en un admirable estado de forma como compositor. Los tres minutos de estas sevillanas, el único toque que ofreció Riqueni, fueron lo mejor de la noche. La otra sorpresa fue Esmeralda Rancapino, el último vástago de ese frondoso árbol jondo que crece en la ribera del Iro de Chiclana. La joven de tan solo 11 años asombró por la potencia de su voz, algo no tan frecuente en su saga, y el desparpajo de su puesta en escena. Los otros dos artistas que actuaron esta noche son habituales de las programaciones flamencas de nuestra ciudad. Rancapino Chico cantó por soleá trianera en recuerdo del gran Antonio Mairena y bulerías setenteras en las que tuvo un recuerdo al gran Pansequito cantando unas letras compuestas 30 años antes de que él naciera. Alba Heredia ofreció una soleá de 22 minutos. Se mire por donde se mire, esta duración es excesiva para cualquiera, por muchas cosas que se tengan que decir. Un baile enfático, rígido y barroco, con todos los excesos propios de esta bailaora. En el interludio Rancapino Chico recibió el premio Compás Joven que por segundo año entrega la Fundación Cruzcampo, en tanto que su reconocimiento mayor, el Compás del Cante que motivaba la gala, fue para Manuela Carrasco que agradeció el premio porque "más vale tarde que nunca", apostilló. La sevillana hizo durante el acto la presentación oficial de su Fundación, el proyecto que centra todos los esfuerzos de la bailaora en estos momentos. También nos divertimos mucho con el humor ácido de Juan Luis Cano.