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De la amarga y divina embriaguez

  • La colección 'Poetas y ciudades' publica la primera edición ilustrada del 'Ocnos' de Cernuda, un texto que reinterpreta con sus dibujos la norteamericana Shelley Himmelstein

Diálogo de un hombre herido con la ciudad que no supo entenderle, recuerdo conmovido de un adulto que añora la pureza en los escenarios edénicos de la infancia o cuaderno de notas de un poeta de sensibilidad portentosa que celebra la juventud y la belleza. Ocnos pertenece a esa categoría de textos que nunca se agotan, bendecidos por la verdad sentida de su palabra, y desde su primera publicación en 1942, en el sello londinense The Dolphin, el libro no ha perdido su capacidad para emocionar. Ahora, más de 70 años después de su aparición, el editor Pedro Tabernero promueve la primera edición ilustrada de este clásico dentro de su colección Poetas y ciudades, una serie que ya ha acompañado con imágenes obras de García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Aleixandre, Borges y Salinas y que reinterpreta el universo cernudiano con los dibujos de la norteamericana Shelley Himmelstein.

Esta edición para coleccionistas -que coincide en las librerías con el volumen que coordina Juan Lamillar y que publica Renacimiento, otra prueba más del interés que sigue suscitando la obra- está respaldada por los herederos de Cernuda y la propia sobrina nieta del poeta, Ana Yanguas, defiende la inteligencia del trabajo de Himmelstein, que no se limita a un trasvase literal y predecible. "Ilustrar un poema puede parecer a priori el mayor sacrilegio literario (...) Pero ese hipotético sacrilegio castrante de la imaginación del lector desaparece si la imagen se aleja del significado estricto del poema y se adentra en sí misma en otras interpretaciones paralelas", asegura Yanguas, que ha titulado su prólogo como uno de los escritos de su tío abuelo, Historial de un libro.

Esta versión de Ocnos, que se presentó en diciembre en la Embajada de España en México, incluye asimismo las aportaciones de los escritores Julio Manuel de la Rosa, Vicente Quirarte y Antonio Rivero Taravillo, y del especialista James Valender. De la Rosa destaca en sus líneas, además del "deseo de volver" de Cernuda al "paraíso perdido de la infancia", el "ajuste de cuentas", el "acto de justicia, de recuperación e incluso de venganza" del autor frente a una "ciudad altiva y soberbia, llena de paisanos esgrimiendo sus armas de siempre -la ignorancia, la indiferencia y el olvido-".

Ocnos protagonizó dos ediciones posteriores a la de 1942 de las que Cernuda estuvo al tanto: la de 1949, impulsada por la editorial de la revista Ínsula, y la de 1963, a cargo de la Universidad Veracruzana. Quirarte, que en su introducción analiza los lazos del autor de La realidad y el deseo con México, recuerda la inquietud del poeta ante el retraso de esta última edición. "Conmueve apreciar (...) no al ser indiferente forjado por la leyenda sino a un autor tan ansioso por la aparición de su libro como si se tratara del primero, cuando el novel autor que entonces era recibió y veló en 1927 los ejemplares de Perfil del aire". El escritor moriría antes del lanzamiento, pero estuvo, recuerda Quirarte, "febrilmente al tanto" del proceso editorial.

Atraviesa las páginas de Ocnos el niño que descubre la revelación y el impacto que supone la hermosura, el muchacho que en los años posteriores seguirá disfrutando en soledad, como una condena, "la amarga y divina embriaguez". Como relataría en el pasaje La música, "siendo joven, bastante tímido y demasiado apasionado, lo que le pedía a la música eran alas para escapar de aquellas gentes que me rodeaban, de las costumbres extrañas que me imponían, y quién sabe si hasta de mí mismo". Rivero Taravillo, biógrafo del escritor, recurre a una célebre cita de Wordsworth -"El niño es padre del hombre"- para explicar a Cernuda. "Gerard Manley Hopkins glosó el célebre verso, pero pocos poetas como Cernuda (que leyó y comentó a ambos ingleses) refrendan esa irrebatible verdad, y en ningún libro suyo lo demuestra tanto como en Ocnos", apunta el poeta y traductor.

Cuando Cernuda envió a la imprenta por primera vez su libro de prosas poéticas, el autor se había exiliado en Gran Bretaña y el país estaba inmerso en la II Guerra Mundial: las circunstancias no eran las idóneas para que el mundo académico prestara atención a su trabajo. La reseña que divulgó el Bulletin of Spanish Studies, y que firmaba Aubrey Bell, no convenció al sevillano, como reconstruye James Valender en su texto. "Según él, Ocnos es un libro costumbrista, o poco menos, cosa que ciertamente no pensé que fuera", protestó Cernuda en una carta. Pero por "la emoción recogida en un estado de tranquilidad" Bell relaciona al poeta con San Juan de la Cruz, "y eso -concluiría Cernuda sobre ese comentario a su obra- lo salva todo". Cernuda miraba muy adentro de sí mismo: confesó en otra misiva que las páginas de Ocnos eran "o pretenden ser un rescate de mi vida, de la vida en general", de ahí el estremecimiento que aún provocan en el lector por su hondura.

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