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archiveros sin prejuicios

  • María Cañas y José Miguel Pereñíguez son dos de los artistas destacados en la exposición 'Coleccionar, clasificar' que el CAAC dedica a las prácticas de archivo en su colección permanente

La colección permanente del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) relacionada con las prácticas de archivo sale de los armarios clasificadores y almacenes para mostrarse, hasta el 7 de mayo de 2017, en una exposición de piezas "móviles" (irán cambiando según avance el calendario) titulada Coleccionar, clasificar. Más allá del archivo y del documento. La cita se inspira en una obra póstuma de Georges Perec, Pensar, clasificar, donde el autor de La vida, instrucciones de uso sondeó el sentido provisional de todo lo que parece definitivo, y viceversa; la imposibilidad, en suma, de clasificar.

La primera entrega de la muestra, protagonizada por tres artistas españoles y otros tres internacionales, se esparce ahora por la zona monumental del antiguo monasterio cartujo. El itinerario arranca con José Miguel Pereñíguez (Sevilla, 1977), figura referencial de la nueva generación de artistas andaluces por la calidad de su ejecución formal y la profundidad de su discurso conceptual. De él se reúne una serie de dibujos en carboncillo sobre cartón gris, Friso (Schiller), donde ofrece una secuencia, "casi un story-board", puntualiza, de obras inspiradas por el cenotafio del poeta alemán Schiller. Este conjunto fue adquirido por el CAAC a la galería Rafael Ortiz, que representa a Pereñíguez, entre 2009 y 2010. "Un cenotafio es un monumento funerario en el cual no está el cadáver de la persona a la que se le dedica. Y mi serie demuestra que, efectivamente, los huesos del escritor no estaban allí donde los habitantes de Weimar lo creían", apunta. Una efigie del poeta, cruces, enterramientos, cajas entreabiertas... son algunos de los elementos presentes en los minuciosos dibujos y en la maqueta vecina con los que Pereñíguez reflexiona sobre al alma romántica en un recorrido que concluye con ramajes desnudos. "Quería expresar también que los restos puramente corporales o materiales son insuficientes para resumir el recorrido vital, el espíritu", añade sobre un ciclo cuyo sobrio y desgarrador lirismo acentúa un trabajo posterior que Pereñíguez dedicó al estreno del Cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen en un campo de concentración alemán.

El peso de la historia convulsa del siglo XX está presente también en Thin cities (Ciudades diluidas), donde Fiona Tan (Pekanbaru, Indonesia, 1966) reúne material de archivo y filmoteca para poner en entredicho las asunciones sobre el pasado colonial de su país. Sus imágenes filmadas de grupos aborígenes combinan el cine y la fotografía para explorar y subvertir el género del retrato.

Zaragozana afincada en Holanda, Lara Almárcegui (1972) registró en Retirar el suelo de parquet una acción de 2010 en la cual levantó el suelo de madera del gabinete gráfico del decimonónico Pabellón de la Secesión de Viena para posteriormente montarlo antes de una inauguración. La pieza, que acaba de donar al CAAC, apela a la conciencia pública como esas otras suyas más célebres donde documenta descampados y ruinas de la ciudad contemporánea.

La crítica al consumismo y a la falta de humanidad de las megalópolis impresiona en las fotografías de Daido Moriyama (Japón, 1938). Son obras de gran rudeza en las que el autor empleó cámaras compactas de 35 mm. y saca el máximo partido emocional de los desenfoques y las sobreexposiciones.

Con Sueño del ornitólogo II, el jerezano Juan del Junco (1972) nos acerca su personal inventario de la colección de aves disecadas de la Estación Biológica de Doñana. Las fotografías muestran a las aves encuadradas rigurosamente sobre un fondo blanco y con la etiqueta identificativa en las patas. Gracias a su radical montaje, estas 300 imágenes ofrecen, como en el caso de Moriyama, una turbadora reflexión sobre la existencia.

Por último, el humor, la ironía y la inteligencia se conjugan en la obra de María Cañas (Sevilla, 1972), autodenominada la "archivera de Sevilla", que usa el cerdo y su poderosa iconografía para radiografiar los temores y pesadillas de las sociedades actuales. En su videocreación El perfecto cerdo, un trabajo de archivo "popular y apropiacionista realizado en 2005 gracias a internet", la autora reflexiona sobre la imaginería lúgubre y sensual que nos rodea, mezclando a la manera de un Valdés Leal cibernético el tremendismo con la diversión. "Mi archivo no es sistemático: es patafísico, caótico. Voy buscando una cosa por la web pero el azar y los cortocircuitos me generan cientos más. Me gusta agitar archivos y pensamientos críticos", dice Cañas de esta oda porcina inspirada por las lecciones de la espigadora Agnès Varda, las lecturas de Derrida y los retratos antropológicos que Jørgen Leth, maestro de Von Trier, vertió en su corto de 1967 El humano perfecto.

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