Beethoven y Thomas en llamas
ORQUESTA BÉTICA DE CÁMARA | CRÍTICA
La ficha
****Programa: ‘Zortziko’, del Cuarteto op. 4 (arreglo de Michael Thomas), de J. Turina; Concierto para piano y orquesta nº 1 de M. Castillo; Sinfonía nº 7 en La mayor, op. 92, de L. van Beethoven. Piano: Auxiliadora Gil. Director: Michael Thomas. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes, 21 de noviembre. Aforo: La mitad.
Da dolor decirlo, pero esta ciudad es así: ¡cuánto cuesta escuchar la música de Manuel Castilo en la ciudad en la que escogió vivir y morir! De no ser por iniciativas como la Ignacio Torner o ésta que nos incumbe de la mano de Michael Thomas y la Orquesta Bética de Cámara, parecería que aquí nunca compuso ni enseñó uno de los más importantes compositores españoles de la segunda mitad del siglo XX. Ni siquiera la ROSS, dedicataria de alguna de sus obras orquestales, la ha recuperado en los últimos lustros. Por ello hay que aplaudir de la forma más entusiasta la decisión de Thomas de programar su primer concierto para piano, una obra fascinante que muestra su arraigo andaluz (tiempo de bulería en el primer movimiento) y su admiración hacia Béla Bartók. Obra nada sencilla para quien se siente ante el piano, pero que en manos de Auxiliadora Gil alcanzó una interpretación brillantísima, llena de energía y de briosos acentos en los movimientos extremos sin olvidarse de la claridad del fraseo, pero también de delicadeza y claridad en el central, con ese bello sonido que la arropaba desde las sordinas de los violines. La propina, el Adagio de la Sonatina de Castillo, nos mostró a una pianista atenta al matiz, delicada y lírica.
Antes sonó un arreglo del zortziko de Turina con una orquesta aún sin engrasar, pero que con Beethoven, de la mano de un Thomas en llamas, alcanzó un empaste soberbio, brillante, así como una precisión y flexibilidad sobresalientes. Thomas no dejó que la música se detuviese ni un instante, acortó al máximo los silencios, marcó con brío los acentos y los ataques e imprimió a la Bética una energía orgiástica apabullante, incluso en un Allegretto que pocas veces hemos escuchado en vivo con tanta garra y brillo. Todas las secciones respondieron al unísono, con amplia gama de matices tímbricos y un color brillante y chispeante, consiguiendo un sonido musculoso de una orquesta de dimensiones reducidas.
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