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Festival de Sevilla

Catherine Breillat: “Nunca busqué el escándalo. Sólo he querido expresarme libremente”

Catherine Breillat, a la derecha, acompañada de la intérprete y traductora Mercedes Atienza, ayer en el Antiquarium.

Catherine Breillat, a la derecha, acompañada de la intérprete y traductora Mercedes Atienza, ayer en el Antiquarium. / José Ángel García

El nombre de Catherine Breillat (Bressuire, Francia, 1948) ha estado demasiadas veces vinculado a la polémica, pero la cineasta asegura que "mi propósito nunca ha sido el escándalo, sólo he buscado expresarme libremente". Su primera novela, L’homme facile, que escribió siendo adolescente, fue prohibida a menores de 18 años, y desde entonces "se me ha querido quemar como una bruja", lamenta esta creadora independiente que, como resaltó la gestora cultural Cristina Consuegra, ha abordado a lo largo de su carrera, con trabajos como Romance X y Anatomía del infierno, "temáticas muy rebeldes y audaces en tiempos poco propicios para la rebeldía y la audacia".

Breillat, que recogió el jueves el Giraldillo de Oro en reconocimiento a su carrera y presenta estos días en el Festival de Sevilla El último verano, su primer largometraje en una década, mantuvo con Consuegra una charla enmarcada dentro de Women in Focus, un programa del Institut Français de Sevilla organizado junto a la Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales (Aamma), en el que la veterana compartió con los asistentes su visión del oficio y celebró haber podido desarrollar su arte en los márgenes.

"Mis películas no venden millones de entradas, pero con ellas quiero llegar a todos los países del mundo, busco un alcance global", declaró Breillat, que puso como ejemplo a un "artista inmenso" como Jean Cocteau, "que no tenía mucho público, pero tuvo continuidad. Hay obras que se digieren al momento y otras que duran", manifestó. La autora gala procura que sus películas no chirríen en el futuro, que dialoguen también con el mañana. "He intentado huir de la moda, que es lo que caduca más rápido, en el vestuario y los peinados elegía algo atemporal, nada muy ligado a ese momento", explicó, antes de admitir que "quizás mi cine está al margen, pero yo creo que puede durar. Y he de decir una cosa: el público que tengo es la gente que me interesa".

Breillat confesó que cuando empezó "no sabía lo que era el raccord. Me consideraba una gran directora pero la verdad es que no tenía mucha idea", reconoce sobre unos comienzos en los que "quería aportar otra mirada. Teníamos un sentimiento de vergüenza por ser mujeres, y yo quería acabar con eso, tratar temas que antes no habían sido explorados". Asuntos como el deseo, "que nos garantiza la supervivencia", o el sexo, "pero no como producto, sino como esencia: hacer el amor puede ser lo más bello del mundo", han pasado por su objetivo, y su enfoque ha causado controversia, especialmente en Romance X, que incluía escenas de sexo explícito entre la protagonista, Caroline Ducey, y Rocco Siffredi.

"Pero esa película estaba basado en un libro que se llamaba Romance Glacée [Romance helado], lo que demuestra que yo no quería hacer algo caliente". Más bien al contrario: esta retratista de lo "ultraíntimo", que se define como una "cineasta de las emociones" y que indaga en la verdad de los rostros en intensos primeros planos, colocó un espejo que les mostraba una imagen incómoda a los espectadores. "Cuando terminé la película la odié, pero tuvo un éxito importante, los espectadores sintieron que hablaba de ellos y más de una pareja se divorció tras ver el filme", recordó Breillat.

Lea Drucker, en una escena de ‘El último verano’. Lea Drucker, en una escena de ‘El último verano’.

Lea Drucker, en una escena de ‘El último verano’.

Porque la francesa nunca se ha autocensurado. "Trabajo mucho el tema del autoengaño, de cómo la gente no quiere conocerse a sí misma y prefiere vivir en una mentira. Les han enseñado a sentir vergüenza, especialmente en cuestiones como la sexualidad", reflexionó, antes de contar la reacción "virulenta" que algunos de sus proyectos han suscitado. "Me han reprochado muchas veces que mis películas eran banales, que trataban lugares comunes, pero porque hablan de cosas que las personas no quieren a veces admitir".

Breillat rememoró una visita de promoción a Nueva York "en que los periodistas me preguntaban para qué público había hecho la película, y yo les respondía: La he hecho para mí. Van Gogh no se cortó la oreja para obtener beneficios, lo hizo porque estaba atormentado con su obra. Esa es la integridad del arte: no hacer trampas", sostuvo la directora, que se mostró beligerante contra la censura. "Una mujer en España me dijo que había películas peligrosas, que dañan al espectador, que había que prohibir este cine y promover el que cuida al público, y yo me preguntaba: ¿Por qué esta mujer no está en un psiquiátrico?", bromeó. "Peligroso es imponer una moral".

“No hay películas peligrosas por duras que sean. Peligroso es imponer una moral”

En su charla en el Antiquarium, Breillat reivindicó la autonomía de pensamiento en los tiempos de la corrección política y la cancelación. "Soy muy feminista, lucho por la igualdad, pero tengo derecho a expresar sentimientos prohibidos. Henry Miller escribía cosas horrorosas sobre las mujeres, pero a mí no me molestan. Picasso está bajo sospecha en EE UU porque se portó mal con las mujeres. Pero yo intento no juzgar a la gente, e intento que mi cine no sea moralista".

Para Breillat, "algunas feministas han querido imponer también un orden moral muy riguroso, feroz, y este comportamiento no me interesa. Yo soy una mujer libre y no se me puede dictar lo que debo representar con mi cine", se rebeló una cineasta que "en algunas películas he sido también tierna con los hombres, no los odio". Breillat aludió a la trama de El vizconde demediado, de Italo Calvino, en la que un noble que viaja a las Cruzadas es partido en dos fragmentos, uno malo y otro bueno. "No podemos reducir a las personas a una de sus caras".

En su intervención, Breillat expuso que su talento para los diálogos se debe a que "escucho mucho a los demás, y cuando escribo sólo tengo que juntar las piezas del puzle, lo que he oído". Se detuvo también en la influencia que había ejercido sobre ella "la luz de los pintores", y citó a maestros como Botticelli, Caravaggio o Zurbarán, cuyo Crucificado "con ese cuerpo que se sale del lienzo" siempre le conmueve. "En mi cine, el vestuario, los colores que utilizo tienen mucho que ver con esos cuadros. Me ayudan a encontrar un camino entre lo real y la poesía".

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