Amanece | Crítica

Mujeres, paisaje, espejismo

Iria del Río y Aura Garrido en una imagen del filme.

Iria del Río y Aura Garrido en una imagen del filme.

El primer largo del hasta ahora cortometrajista, docente y dramaturgo Juan Francisco Viruega nos traslada a los paisajes y la luz del desierto almeriense de Tabernas y la costa de Cabo de Gata para reunir a tres mujeres, una madre y sus dos hijas, en una demorada ceremonia íntima de reencuentro y despedida.

Dividida en tres episodios con el nombre de cada una de ellas, el primero nos presenta a Alba (Aura Garrido), la hermana mayor, en su viaje de regreso a la casa familiar puntuado por los espejismos metafóricos de una ruptura sentimental. El segundo se acerca a Candela (Iria del Río), la “hermana risueña”, también insatisfecha y atribulada entre la enfermedad de la madre, el desconcierto vocacional, la crisis de pareja y un amor furtivo. Por último, el tercero se centra ya en esa madre (Isabel Ampudia) que asume su marcha e intenta un último gesto de perdón, reconciliación y legado.

Viruega asume el paisaje como trampantojo emocional y sitúa a sus criaturas en algún lugar impreciso entre la realidad y lo soñado, buscando siempre un lirismo y una simbología de los vínculos materno-filiales a la que no siempre acompañan las interpretaciones y el tono algo pretencioso, cargante y trascendental de su propuesta.