Destino a Brighton | Crítica

'Mods' en la carretera

Los tres jóvenes protagonistas motorizados de 'Destino a Brighton'.

Los tres jóvenes protagonistas motorizados de 'Destino a Brighton'.

El cine británico sigue sacando partido a sus tribus urbanas, sus modas y músicas como vía de revisión histórica o mero reclamo generacional y nostálgico. En Destino a Brighton, modesta producción independiente escrita y dirigida por Chris Green, le toca el turno a esos mods de polos Fred Perry abotonados hasta el cuello, parkas verde militar y scooters tuneadas que protagonizaron vistosas páginas contraculturales en distintos periodos y reinvenciones desde los años 60, colectivo marquista y patriota reducido aquí a un puñado de veteranos nostálgicos o imitadores que siguen rememorando tiempos mejores y juntándose los fines de semana en caravanas para las fotos de los curiosos.

El hijo de uno de estos míticos mods, recién fallecido en un accidente, es el protagonista de esta cándida road-movie de Manchester a Brighton por carreteras secundarias, un chaval que apenas sabe nada de su padre más allá del legado superficial de aquella ola de la que ni siquiera comparte sus gustos musicales, ya saben, The Jam, Style Council y cosas por el estilo. A su viaje para esparcir sus cenizas en el mar se unen otros dos jóvenes también hijos de mods, pretexto para encuentros, tropiezos, flirteos y revelaciones que hacen de este filme un simpático e inofensivo tributo a una cultura urbana esclerotizada y un camino de descubrimiento que coquetea levemente con el suspense para acabar abrazando la irremediable redención y el orgullo de la sangre.

No le faltan al pintoresco filme algunos apuntes de actualidad sobre la violencia machista, el arrepentimiento por los errores del pasado y la conformación de la identidad en el espejo del buen ejemplo parental, aunque su público natural no deja de ser otro que el de los nostálgicos de los 80 dispuestos a reconocerse en la indumentaria, escuchar una y otra vez las mismas canciones o ver a Paul Weller en concierto tantas veces como haga falta.