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Vidas pasadas | Crítica

La latencia del tiempo

Yoo Teo y Greta Lee en una imagen del filme de Celine Song.

Yoo Teo y Greta Lee en una imagen del filme de Celine Song.

Diseñada para seducir al espectador romántico y nostálgico en tiempos de redes sociales, aplicaciones de citas y video-llamadas, Vidas pasadas prosigue sigilosa y elegante su camino hacia los premios de la temporada con su historia de amores de juventud rememorados, reencuentros, diferencias culturales y madurez elocuente hilvanada entre principios de este siglo en las calles y parques de Seúl y un presente donde Nueva York emerge como un oasis cálido y acogedor para nuestros protagonistas.

La debutante Celine Song adopta desde su primera secuencia una distancia precisa para manejar su relato sin caer en el peligro del almíbar: unas voces especulan sobre la relación entre tres personajes sentados al otro lado de la barra de un bar, voces que luego desaparecen pero que nos abren la puerta de una de esas historias de identificación universal que trabaja sobre el tiempo como materia sobre la que construir las emociones y coquetear, muy coreanamente, con el destino como enseñanza budista.

Su triángulo entre dos viejos enamorados (Greta Lee y Yoo Teo) y el marido (John Magaro) que ahora ocupa el lugar de los sueños de la infancia se declina siempre entre el aire, la profundidad y la luz que dejan los planos y esa latencia del pasado que cada espectador quisiera hacer suya en un inevitable ejercicio de proyección e identificación. Sin embargo, no es tanto la historia de ese reencuentro, virtual primero, físico después, lo que más nos atrae de este filme, sino la discreta y elegante posición de ese tercer vértice autoconsciente en el juego de nostalgias, raíces compartidas y probabilidades del que son cómplices, refugiados en la intimidad de la lengua materna, los dos primeros.

Vidas pasadas abre y cierra un triángulo imposible intentado atrapar en sus formas, su decir susurrado, sus distancias y sus espacios esa materia volátil del enamoramiento y la memoria que deviene realidad, aceptación y autoconocimiento.