El videoclub de Kim | Estreno en Filmin

Cinefilia, mentiras y cintas de vídeo

El señor Kim, propietario del mítico videoclub neoyorquino.

El señor Kim, propietario del mítico videoclub neoyorquino.

La historia es rocambolesca: el fondo de uno de los últimos videoclubes de culto de Nueva York, más de 55.000 títulos de cine de autor y raro de todo el mundo, es desmantelado y cedido en 2008 por su propietario de origen coreano a un pequeño pueblo de Sicilia a cambio de que éste lo preserve y cree con él una videoteca de acceso público.

David Redmon sigue la pista del caso como nostálgico cliente que fue del negocio y se va a hasta Salemi para ver qué ha sido de aquel archivo de películas. Cuando llega descubre que se encuentra en un estado lamentable de abandono. Tirando del hilo de las causas, destapa un caso de corrupción política, desvío de dinero e incluso participación de la mafia.

Con estos atractivos materiales para la pesquisa, Kim’s Video se despliega en demasiadas direcciones intentando camuflar en vano que, a la postre, todo forma parte de una reconstrucción con no pocos elementos ficcionales en su proceso: del porqué del abandono pasamos al retrato del misterioso señor Kim o al encuentro con el entonces alcalde Vittorio Sgarbi, hoy alto cargo en el ministerio de cultura, que juega al despiste tal vez como estrategia pactada con los cineastas.

Kim’s video va perdiendo interés y sentido del suspense a cada nueva revelación y a cada nuevo giro o pista falsa, amenazas incluidas, de su investigación de ida y vuelta entre Sicilia, Nueva York e incluso Seúl: todo se encamina hacia un canto a la cinefilia preservada en aquel videoclub y en la voluntad de rescatarlo. Por el camino, las referencias a películas de culto y los comentarios en off de Redmon se nos antojan algo forzados o ingenuos en su particular quest de restitución. Se nos ocurren otras posibles y más baratas maneras de haber convertido esta historia en un filme bastante más atractivo.