El auténtico meollo del historicismo musical, de lo que se denomina interpreptación históricamente informada y que sustenta toda la revolución de la Musica Antigua desde finales de los cincuenta del siglo pasado, radica en las prácticas. No tanto en la recuperación de partituras olvidadas o adulteradas, ni el recurso a instrumentos más o menos fieles a los originales. Lo esencial, por encima de lo anterior, es la recuperación o reconstrucción o recreación con visos de verosimilitud de las prácticas interpretativas del pasado, de las formas con que se daba sentido a lo escrito por los compositores. Y aquí reside también el riesgo y la incertidumbre, especialmente conforme nos vamos alejando en el tiempo, dada la escasez de fuentes para conocer cómo se interpretaban en la práctica cotidiana aquellas músicas.

La Danserye y la Capella Prolationum constituyen los conjuntos que más radicalmente miran hacia los usos performativos de las capillas catedralicias del Renacimiento: voces complementadas con los ministriles, canto ante el facistol o cada voz con sólo su parte escrita, uso de las notaciones originales, búsqueda de variedad en los timbres vocales (exclusivamente masculinos), con voces impostadas, naturales y hasta populares con un punto de reciedumbre. Algo que no siempre funcionó, con variable empaste, ataques imprecisos y momentos de disparidad tonal. Pero resultó una apuesta atractiva, con ornamentaciones orientalizantes y magníficas prestaciones de los ministriles.