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Día del Flamenco

Sevilla presume de flamenco en plena polémica de los Grammy

  • Los conciertos organizados por el Ayuntamiento por el Día del Flamenco en el Muelle de la Sal, la Plaza de San Francisco y la Alameda congregaron a centenares de aficionados y curiosos que disfrutaron entusiasmados del arte de la familia Fernández, Torombo y su tribu y José de la Tomasa, Nano de Jerez y El Chozas

Día Mundial del Flamenco en Sevilla / Antonio Pizarro

Que Sevilla es tan integradora como compleja, tan universal como peculiar, tan soberbia como contradictoria y tan anfitriona como suya lo sabe bien quien la conoce. Por eso, bastaba con que desde Madrid trataran de atribuirse la capitalidad mundial del flamenco hace unas semanas para que la ciudad haya querido sacar pecho y presumir de un arte que aquí vive al margen de los grandes titulares y de los aplausos enlatados.

Lejos, por tanto, de las estampas prefabricadas y ajenos a la espectacularidad de unos Grammy Latinos que han indignado a la afición por la devaluación de las nominaciones en la categoría flamenca (-entre las que se encuentra este año los Quejíos de un maleante de Omar Montes-), en el Muelle de la Sal se congregaban centenares de sevillanos, sevillanas y curiosos para disfrutar del primero de los tres conciertos gratuitos organizados por el Ayuntamiento por el Día del Flamenco para rendir homenaje a las herencias familiares, la memoria y el futuro de lo jondo.

Así, en este margen del río y con Triana como telón de fondo la cantaora Esperanza Fernández se mostraba emocionada por volver a reunir en un escenario a su familia y agradecía la oportunidad de poder sentarse de nuevo después de tantos años junto a su padre Curro, su hijo David Fernández y su tía, la bailaora Concha Vargas, además del cantaor Ismael de la Rosa ‘El Bola’ y el guitarrista Miguel Ángel Cortés. Con este patrimonio, el de un legado repleto de vivencias y recuerdos que le sirvieron al patriarca para ir introduciendo los cantes en forma de poemas, los Fernández desataron arrebatados vítores a la pureza, la casta y “los buenos artistas” al compás de soleares, seguiriyas, bulerías o tangos, entre un público entusiasmado, que parecía ser conscientes de estar viviendo algo único. “Ay qué bonito es el ser feliz contigo”, se despedía ya descalza y a capela por rumbas Esperanza Fernández.

En este sentido, al igual que sucedió en las actuaciones de la tarde, las sillas se quedaron cortas porque, como se oyó entre los asistentes, hacía tiempo que la ciudad tenía ganas de salir a la calle y gritar ole. Puede que también a quienes no se terminan de creer lo mucho que tiene que ver el flamenco con lo que somos, cómo sentimos y la manera en que vivimos. O viceversa.

Porque si los Fernández mostraron la complicidad, la intimidad y el afecto de ese flamenco que se vive en casa, José Suárez ‘Torombo’ y su tribu del Polígono Sur trajeron a la Plaza San Francisco su Flamenco en estado salvaje, desplegando frescura, juventud, soniquete y rabia. Ese otro flamenco callejero, que se comparte y se disfruta sin esperar nada a cambio y que sirve de salvavidas cuando todo lo demás falta.

De esta forma, Ramón Amador a la guitarra; Pepe de Pura y David El Galli, al cante; Fali del Eléctrico al cajón y palma y Lole de los Reyes, Antonio Amaya Petete y Torombo, al baile, dejaron patente que lo que en el extrarradio se mantiene viva la llama de un flamenco tan ancestral como contemporáneo.

La memoria viva del flamenco en el eco de tres voces imprescindibles para entender la historia reciente del cante jondo, las de José de la Tomasa, Nano de Jerez y El Chozas, cierran la jornada festiva en otro barrio que ha sido durante muchas décadas la universidad de este arte, la Alameda de Hércules. Precisamente el de la Tomasa lamentaba recientemente a este diario la poca representación del cante jondo en la gala de lo Grammy.

Por otra parte, con motivo de la efeméride, la bailaora Eva Yerbabuena leyó en redes sociales un Manifiesto, enviado asimismo a los centros educativos, en el que proclama al flamenco como una expresión artística viva y libre. Por eso, dice, “debemos garantizar su libertad, permitiéndole ejercer su capacidad de adaptación y renovación para seguir siendo libre, despojarlo de los tópicos innecesarios, y a veces inciertos, que lo hacen pueril. Defender su libertad -añadía- implica saber escuchar, observar, antes de juzgar las inevitables transiciones de generaciones. Porque todo cambia, aun creyendo que todo es cíclico.”

La coreógrafa hizo hincapié en el manifiesto en que el flamenco es merecedor de tener un día marcado en el calendario para recordarlo porque “es el arte más identitario de nuestra Andalucía, de nuestro paisaje, de nuestra cultura, con una metodología única, oral, visual y auditiva, donde lo que empieza siendo una imitación acaba siendo algo exclusivo y único, es merecedor de un reconocimiento como el que hoy celebramos”.

En el guion que llevaba escrito a mano en un papel Curro Fernández vimos escrito, entre otras notas, Locura de amor, Un sueño de amor imposible, Salvar nuestra tierra o Buscando la libertad. Todos posibles títulos de manifiestos flamencos.

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