Crítica de Flamenco

Una diva flamenca

rosalía

Cante: Rosalía. Guitarra: Alfredo Lagos. Lugar: Jardines del Real Alcázar. Fecha: Sábado 20 de agosto. Aforo: Lleno.

Rosalía es la confirmación de que en el arte todo es cíclico y de que el flamenco dulce, de afinación exacta, de matices melódicos, de claro fraseo, de voz cristalina, que es el originario por otra parte, está definitivamente de vuelta. Es una estética jonda que rompió la Guerra Civil pero que, como digo, vuelve para quedarse. Aunque esta cantaora no es una arqueóloga sino una intérprete de hoy y en la vuelta del flamenco dulce, y en esto Rosalía no es una excepción, encontramos muchos elementos contemporáneos. Sobre todo los de influencia pop: impactante presencia escénica, candidez infantil, tanto en la puesta en escena como en la emisión vocal y el divismo propio del pop actual, mezcla de enojo y ensimismamiento. Y una técnica desbordante.

Rosalía, una cantaora de hoy, es capaz de convertir la taranta en una canción ligera. O la farruca, que lo fue por otro lado en sus orígenes, antes de que la cantara Manuel Torre. Por cantiñas mezcla el mirabrás de Chacón con el Aleluya de Leonard Cohen. También el tango de las Viejas Ricas se convierte en una canción aflamencada. Lo bueno de esta cantaora es que en su voz las viejas letras suenan como recién paridas. La constatación de que la influencia de Silvia Pérez Cruz en el flamenco va a más. Aunque su timbre vocal, opaco, velado, es algo único, personal. Rosalía dosifica muy bien las explosiones emocionales e, incluso, rompe la voz en momentos puntuales de su recital. La variedad y calidad de matices de su garganta son asombrosas. La caña fue un apunte de lo que puede llegar a hacer con el flamenco tradicional: una obra propia, reconocible de cara al legado pero a la vez nueva, luminosa, espectral. Alfredo Lagos le ofreció un acompañamiento directo, natural, pulcro. Rosalía está llamada a ser una primera figura del cante y algo más: una diva flamenca.

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