La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Dúo Bela Kovacs | Crítica
DÚO BÉLA KÓVACS
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XXVI Noches en los Jardines del Real Alcázar. Dúo Béla Kóvacs: Irene Ces Martínez, clarinete; Manuel Tévar Cava, piano.
Programa: Turina y sus contemporáneas
Joaquín Turina (1882-1949): Poema de una sanluqueña Op.28, para violín y piano [1924]
Lili Boulanger (1893-1918): Nocturne, para violín y piano [1911] / Reflets, para voz y piano [1911]
Cécile Chaminade (1857-1944):Serenade espagnole Op.150, para voz y piano [1904; transcripción de Fritz Kreisler para violín y piano, 1915]
Amy Beach (1867-1944): Romance Op.23, para violín y piano [1893]
Joaquín Turina: Sonata para violín y piano nº2 Op.82 Española [1934]
Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Sábado, 16 de agosto. Aforo: Tres cuartos de entrada.
El marco incomparable en torno a la galería de los grutescos y el cenador de la alcoba de los Jardines del Alcázar ofrecía en la noche del sábado unas condiciones poco propicias para la música: el calor bochornoso –rozando lo intolerable para cualquier actividad humana medianamente reflexiva–, se convirtió en un invitado más que molesto que obligó a los intérpretes a redoblar esfuerzos y al público a sobreponerse a la fatiga y la incomodidad. Después de su ruptura hará un par de años con Laura Sierra y su Iberian&Klavier Piano Dúo –un sólido proyecto que duró más de una década–, el pianista madrileño Manuel Tévar había reforzado su labor como director de orquesta y buscado otro tipo de colaboraciones, que parecen haber fraguado en este dúo con la clarinetista Irene Ces, con la que hizo su presentación sevillana.
Pese a que el repertorio para clarinete y piano cuenta con un caudal más que suficiente de obras originales, tanto españolas como europeas y americanas, el dúo optó por un programa completo de transcripciones, la mayoría a partir de piezas concebidas originalmente para violín y piano, pues incluso una de las dos canciones originales había pasado por el tamiz de una transcripción histórica para el violín (vía Fritz Kreisler, que tocaba con su instrumento todo lo que uno pueda imaginarse) antes de llegar al clarinete.
El programa se organizaba en torno a dos grandes piezas de cámara de Joaquín Turina, entre las que se insertaron miniaturas de algunas compositoras de su tiempo. Ya en el Poema de una sanluqueña Irene Ces mostró un bellísimo sonido, con gradaciones dinámicas extraordinariamente trabajadas, muy especialmente en el registro grave, cuyo color es siempre difícil de mantener homogéneo en su instrumento. La escritura evocadora de Turina encontró un aliado en el acompañamiento atento y flexible de Tévar, capaz de sostener los cambios de atmósfera sin perder en ningún momento la claridad. En el final turiniano el dúo pareció reforzar el sentido rítmico de la Sonata española, con un tratamiento más incisivo de la articulación en staccato del teclado.
Entre medias, fue una gozada disfrutar una vez más –con otros colores– de las miniaturas de Lili Boulanger, música con su personal tono entre impresionista y modal. Las dos piezas fueron resueltas con un fraseo muy cuidado y un acompañamiento ligero, casi en suspensión, que favoreció los matices dinámicos y agógicos. La Sérénade espagnole de Cécile Chaminade, célebre en la versión para violín que popularizó Kreisler, sonó con una ligereza de salón que el clarinete asumió con gracia, flexibilizando el fraseo con abundante rubato. Algo similar ocurrió con el Romance de Amy Beach, partitura de carácter íntimo y elegante, marcada por un lirismo romántico que encontró en la solista un vehículo expresivo sin afectación.
El nostálgico, dulce y ensoñado Oblivion de Piazzolla de la propina –envuelto aún en la atmósfera asfixiante de la noche– pareció ser recibido con gratitud por un público que había resistido la prueba del calor. Que no fue poco.
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