Un cocodrilo en la piscina
El cielo de los animales | Crítica

La ficha
*** 'El cielo de los animales'. Comedia dramática-episodios, España-Rumanía, 2025, 80 min. Dirección y guion adaptado: Santi Amodeo. Fotografía: Leonardo Hermo. Música: Marcos Amodeo. Intérpretes: Manolo Solo, Raúl Arévalo, Paula Díaz, Jesús Carroza, África de la Cruz, Claudio Portalo, Nerea Cordero.
Con Las gentiles y ahora con El cielo de los animales, Santi Amodeo parece querer recuperar una senda perdida en dos filmes de encargo (¿Quién mató a Bambi?, Yo, mi mujer y mi mujer muerta) para reconectar con el espíritu pop y las formas indies que alumbraron sus primeros largos (Astronautas, Cabeza de perro) dentro de aquel nuevo cine andaluz de principios de siglo.
Lo hace ahora de la mano de un puñado de relatos breves del escritor norteamericano David James Poissant extraídos de su libro homónimo (Edhasa), convenientemente adaptados al paisaje suburbial sevillano a partir de su acercamiento a la muerte, la pérdida y el duelo en unas claves realistas pronto desbordadas por la extrañeza, lo surreal o lo fantástico.
Amodeo abraza las texturas granuladas y los tonos saturados del 16mm y una narración minimalista para sus cuatro historias. En la primera, La nadadora, un hombre de mediana edad recién separado se deja seducir por una misteriosa joven con un brazo ortopédico; en la segunda, El fin de Darío, un adolescente dibujante de comics y alérgico a la picadura de abeja coquetea con el peligro obsesionado con el fin del mundo; en la tercera, El hombre lagarto, dos amigos acuden a la casa perdida del padre recién fallecido de uno de ellos para recuperar algunas de sus pertenencias, sorpresa incluida; la cuarta, Cómo ayudar a un ser querido, continuación y epílogo de la primera, recupera a los amantes, ahora ya en pareja, en un último trance marcado por la enfermedad terminal.
Como suele ocurrir en estos filmes de episodios, no todos seducen, brillan y significan a una misma altura. Si el primero (y el último) destacan por las buenas prestaciones de Raúl Arévalo y Paula Díaz y unos ajustados diálogos, la segunda empero se queda en lo anecdótico sin apenas capacidad para trascender en su metáfora apocalíptica. Vuelve a ser más interesante esa tercera donde Manolo Solo y Jesús Carroza juegan a la buddy movie perdidos por los caminos de la marisma e intentando levantar una cierta alegoría del duelo, la paternidad, la herencia y la amistad entre aires de aventura nocturna.
El cielo de los animales resulta así un filme levemente desigual aunque atravesado por cierto encanto en su singularidad alejada de toda moda, una película que controla su tono y su atmósfera distanciada como principales logros estéticos sobre unos materiales originales sugerentes y no siempre fáciles de adaptar.
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