Cuando quien aquí les escribe no era más que un quinceañero imberbe y se acercó de manera tímida a la vieja sede de Juventudes Musicales de Sevilla en el sótano de la escuela de Estudios Hispanoamericanos, no sabía cuánto le deparaba el futuro en asuntos de experiencias musicales. Me habían hablado de Juventudes como la única vía para asistir a conciertos a precios asequibles para los jóvenes. Al entrar escuché el sonido de un piano. Era Julio García Casas, que al verme hizo ademán de dejar de tocar, pero con un  gesto le pedí que siguiese: era la primera vez que escuchaba a alguien tocar el piano de esa manera y la obra que sonaba me hechizó. Luego, antes de darme de alta y entregarme mi flamante carnet de socio joven, se entretuvo con verdadero placer en explicarme los secretos del Carnaval op. 9 de Schumann, que era lo que me había hecho perder la noción del tiempo.

Así era y sigue siendo Julio García Casas, un eterno enamorado de la música a quien anoche se le ofreció un homenaje sorpresa en la Sala Chicarreros. Ahí es nada, sesenta y dos años al frente de Juventudes Musicales de Sevilla, alma de la vida musical de la ciudad en los años de hierro, cuando sólo había los conciertos de la calle Alfonso XII. Ex alcaldes como Manuel del Valle y Alejandro Rojas-Marcos, el Delegado de Cultura Antonio Muñoz, la gerente de la ROSS y del Maestranza Remedios Navarro, el director artístico de la ROSS John Axelrod, músicos como María Esther Guzmán o Juan Luis Pérez y, sobre todo, multitud de amigos, se reunieron para agradecerle a un atribulado García Casas su incansable dedicación a la música y a Sevilla. Pianistas muy unidos a Julio, como Ana Guijarro, Ramón Coll, Javier Perianes, Juan Escalera, Arnold Collado y José L. Aldea dedicaron palabras y, sobre todo, músicas especialmente vinculadas con un homenajeado que quitó mérito a su labor por ser una obra de amor, de amor infinito a la Música.