Bach en clave intimista

Eternal Trío | Crítica

Claudia Gallardo, Alberto García y Rosa García Varela: Eternal Trío en el Alcázar / Actidea

La ficha

ETERNAL TRÍO

***

XXVI Noches en los Jardines del Real Alcázar. Eternal Trío: Claudia Gallardo, violín; Alberto García, viola; Rosa G. Varela, violonchelo.

Programa:Bach for strings

Johann Sebastian Bach (1685-1750):Variaciones Goldberg BWV 988 (selección) [1741] / Dos fugas de El clave bien temperado I: BWV 853/2 y BWV 847/2 [1722] / Conciertos de Brandeburgo nº6 BWV 1051 y nº3 BWV 1048 [1721]

Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 8 de agosto. Aforo: Casi lleno.

Eternal Trío parece uno más de todos esos grupos de cámara creados de forma oportunista, para eventos concretos, que luego se diluyen en la nada. No es una censura, es mera descripción de lo que permite el medio musical andaluz. Habrá que ver si el conjunto afronta más proyectos y desarrolla una trayectoria reconocible en el tiempo. A Claudia Gallardo se la pudo escuchar ya en este mismo ciclo como violín I del Cuarteto Bruma, Rosa G. Varela ha formado parte de la programación veraniega del Alcázar en los últimos años con formaciones diversas y Alberto García es viola de la ROSS. Son jóvenes. Se han beneficiado de los proyectos de formación musical que han transformado el panorama español y andaluz en las últimas décadas (incluidos el Programa Andaluz de Jóvenes Intérpretes, cuya máxima expresión es la Orquesta Joven de Andalucía, o la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said) y se muestran en público como profesionales más que solventes, técnicamente capaces y con muy apreciable criterio musical: afinación segura, homogeneidad en ataques y acentos, unidad de pulso, sentido de las proporciones...

Para su presentación en el Alcázar, el conjunto planteó una escucha de Bach en formato intimista. En las Variaciones Goldberg utilizaron la muy famosa transcripción para trío que hizo en su día, hace décadas, el violinista azerí Dmitri Sitkovetsky, no sé si con alguna aportación propia, pero es posible. Además del aria y su repetición da capo, la selección incluyó ocho variaciones –si no me equivoco: 1, 2, 4, 5, 6, 18, 19 y 30– en las que el grupo destacó por su cohesión interna y el tono reposado –intencionadamente reposado, supongo– con el que las fueron desgranando, si bien el quodlibet de la 30 pareció animarse con un ritmo más enérgico. La claridad y el equilibrio fueron también valores esenciales de su acercamiento a las fugas de El clave bien temperado, la primera de ellas ofrecida, según contó Rosa G. Varela, en un arreglo mozartiano. Desconozco al autor del arreglo de la fuga en do menor, aunque bien pudiera ser la misma Claudia Gallardo, cuya trabajo como arreglista mostró ya en su comparecencia junto al Cuarteto Bruma, por lo que a lo mejor estuvo incluso detrás de las adaptaciones de los conciertos de la segunda mitad del programa, de autoría igualmente anónima. En esta primera mitad acaso sólo se echó en falta algo más de énfasis en los contrastes dinámicos, lo que habría dago algo más de variedad sonora y podría haber acentuado el sentido expresivo de algunas secciones, pero los arreglos funcionaron bien y el grupo mostró solidez, musicalidad y elegancia.

Más problemático fue lo de los Brandeburgo. Hablamos de obras escritas originalmente por Bach a seis voces (el es para dos violas, violonchelo, dos violas da gamba y violone) y a diez (el : nueve partes de cuerda más el bajo), con lo cual los arreglos para trío suponen inevitablemente reducciones texturales; pero es que además el caso del es especial, ya que Bach eludió el uso de violines buscando una tímbrica más oscura, que este arreglo traicionó, proponiendo una visión diferente (legítima, por supuesto), más luminosa y brillante, de una obra que el aficionado tiene asumida con un color y una atmósfera muy concretos. En cuanto al , Bach exploró en él todas las posibilidades de combinaciones texturales que le permitía el orgánico, incluidas las diez partes independientes, y eso obviamente se pierde aquí. Estuvo la melodía, claro, lo que sin duda es suficiente para despertar el interés de muchos oyentes, pero la riqueza polifónica del original se vio claramente mermada, por más que el grupo, manteniendo las muchas virtudes ya apuntadas, consiguiera una transparencia contrapuntística muy apreciable. Bach, es cierto, sobrevive y su música se impone, prácticamente siempre, por encima de los medios empleados en su ejecución. Y la suave y agradable noche del viernes en el Alcázar no fue una excepción.

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