Las Hijas de Felipe: ceremonia barroca en Sevilla

Las divulgadoras, que triunfan con su pódcast y publicarán su libro en diez países, visitan el día 16 el Auditorio Cartuja con una charla sobre santos y pecadores, vicios y flagelaciones.

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Ana Garriga y Carmen Urbita, reunidas bajo el nombre de Las Hijas de Felipe.
Ana Garriga y Carmen Urbita, reunidas bajo el nombre de Las Hijas de Felipe. / Lina Botero

Cuentan que María de Jesús de Ágreda (1602-1665), abadesa del convento de las Madres Concepcionistas en Ágreda, Soria, fue bendecida con el don de la bilocación, y a veces era vista predicando la palabra de Dios por Nuevo México, aunque la religiosa no hubiese cruzado el océano y estuviese descansando en la estrechez de su celda. El semblante adusto con el que la pintó Velázquez en el cuadro La venerable madre Jerónima de la Fuente no sugiere la determinación y el fervor que movía a Jerónima de la Asunción (1555-1630), que viajó hasta Manila para fundar el primer convento femenino por esas latitudes.

Ana Garriga y Carmen Urbita, reunidas bajo el nombre artístico de Las Hijas de Felipe, coincidieron hace casi una década mientras preparaban el doctorado en la Universidad de Brown, pero no fue sólo la procedencia española lo que las unió, sino la fascinación por el Barroco y, más concretamente, el asombro por unas religiosas a las que la narración siempre sesgada de la Historia había condenado a un rincón o sumido en el silencio. Como sus protagonistas, las divulgadoras han vivido algo similar al prodigio: su pódcast triunfa por la geografía española y llega hasta lugares como Lima o Bogotá, y el libro en el que desfilan hermanas y madres superioras, a menudo ejemplos de lucidez y coraje antes que de virtud, se ha vendido a diez países y aparecerá en noviembre en EE UU y Reino Unido, ya en enero lo hará en español de la mano de Blackie Books. El jueves 16, la semana próxima, el tándem visita Sevilla –el Auditorio Cartuja– para presentar Kinks Barrocos, una charla sobre mortificaciones y penitencias en la que invocarán a “seductores flagelantes” y “santas con los vicios más abominables”.

“Estos Kinks Barrocos son penitenciales, sanguinolentos, aparece la Semana Santa... Necesariamente teníamos que pasar por Sevilla”, defienden en conversación telefónica Las Hijas de Felipe, felices de volver a un enclave tan barroco como la capital hispalense. Ya estuvieron el pasado año en Caixafórum Sevilla, una sesión en la que se rescató la polémica del debate teológico –tan vinculado a la ciudad– en torno al dogma de la Inmaculada Concepción. “Nuestra sorpresa fue cuando las oyentes, porque la mayoría de quienes nos escuchan son mujeres, nos enviaron fotografías con sus tatuajes de Tota pulchra”, recuerdan todavía maravilladas con aquellas imágenes.

Aunque Garriga y Urbita han corroborado con su experiencia la teoría que les apuntaba un productor: si les fascinaba un tema, seguramente encontrarían a otros subyugados por la misma materia. Cuando presentaron la propuesta de Convent Wisdom en la Feria de Frankfurt, esa teoría se confirmó: agentes y editoriales encontraron irresistible ese libro de autoayuda en el que monjas del siglo XVI se erigían en inesperadas prescriptoras. “Hemos comprobado que la gente tiene hambre de cultura conventual. No sólo por la atención con que se oyen nuestros episodios, también por otras cosas, como el interés que genera que Rihanna se fotografíe con hábito para la revista Interview”, argumentan. En este tiempo se preguntaron por qué hoy un claustro resulta tan evocador, y creen haber encontrado el motivo. “Casi nadie de nuestro entorno se plantea recluirse en un convento, pero la idea de buscar espacios más solidarios y comunitarios, menos atravesados por las lógicas de producción, resulta muy seductora”, sostienen. No es casual que creadoras como Aixa de la Cruz, en la literatura, o Alauda Ruiz de Azúa, en el cine, aborden esta atracción en sus proyectos.

“Había muchas monjas muy carismáticas, que merecen un ‘biopic’, su propia serie de Netflix”, sostienen Las Hijas de Felipe

Las Hijas de Felipe empezaron con su labor de rescate cuando comprendieron que, más allá de los nombres consabidos, lo que parecía un páramo era un insospechado territorio de abundancia. “Que conste que la primera es nuestra intelectual de cabecera, pero siempre se referían a Santa Teresa de Jesús y a Sor Juana Inés de la Cruz como rarezas, monjas que sin embargo podían escribir y seguir un camino intelectual. Y nos damos cuenta, episodio tras episodio, de que había muchísimas mujeres como ellas, muy carismáticas, personajes que merecen su propio biopic, su propia serie de Netflix”, reivindican. En el pódcast se oyen expresiones impredecibles como “un escuadrón de intrépidas clarisas”: las posibilidades son infinitas.

Ana Garriga y Carmen Urbita procuraron dinamitar a través del conocimiento el imaginario desvirtuado con el que las monjas habían llegado a los espectadores del siglo XXI, herencia del fenómeno de la nunsploitation: siempre tentadas por el demonio, descarriadas por el libertinaje (no está muy lejos la Benedetta de Paul Verhoeven ) o poseídas por el maligno y necesitadas de un exorcismo, las hermanas siempre eran retratadas “desde un punto de vista muy masculino. Nosotras”, exponen Las Hijas de Felipe, “procuramos llegar a ellas a través de su propia subjetividad, su propia voz. Algo que nos da rabia de los libros de Historia, sin los cuales no seríamos nada, es que no aparecían citas de esas mujeres de las que se habla. Nosotras desenterramos la primera persona, su testimonio, lo que pensaban, y vemos que el público se emociona con eso”. Al mismo tiempo que tributo a unas pioneras, el pódcast de Las Hijas de Felipe es también una celebración del estilo barroco, “un poco engolado pero sublime. Nuestra formación es principalmente literaria, estamos muy apegadas al lenguaje, y tenemos”, concluyen, “mucho cuidado en la elección de la palabra”.

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