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Cultura

Un ser humano que se rebela

De lo jondo y verdadero. Cante: Esperanza Fernández, Rocío Márquez. Guitarra: Miguel Ángel Cortés. Baile: Ana Morales. Coros y palmas: Los Mellis. Percusión y palmas: José Fernández, Jorge el Cubano. Lugar: Real Alcázar. Fecha: Sábado, 20 de septiembre. Aforo: Lleno.

El flamenco es un arte de emociones y la propuesta tiene varios momentos en el que éstas se disparan sin remedio. La primera viene pronto, por peteneras, con una puesta en escena que homenajea a la gran bailaora sevillana Manuela Vargas y al gran cantaor sevillano Curro Fenández, que tantas peteneras le cantó. La evoca Ana Morales. Sutil, preciosista, dramática pero nunca rota. Morales sigue siendo Morales aunque se ponga en la piel de Vargas. Por eso es una petenera finísima, casi trasparente. Inmaculada y espectral. Espectros que se ponen de pie a añorar sus pasos por esta tierra. Pero no se trata de una propuesta nostálgica, pese a los guiños al pasado. Morales pone en pie la bata de cola, el mantón, los brazos estilizados, la mirada preñada de melancolía, pero es una bailaora de hoy, con los pies en la tierra, con una técnica desbordante, como demostró en la serrana. De la misma manera, Fernández evoca a Tomás Pavón en la seguiriya trianera, pero lo que vemos es una mujer que se arrepiente, un espectro que lamenta las ocasiones perdidas y el tiempo que se fue. Fernández es en la seguiriya un ser humano que se rebela, roto, rabioso, contra su destino. Fue el mejor cante de la noche, junto con el bis, el Gelem Gelem que siempre hace asomar lágrimas en el patio de butacas y la escena. Es un himno a la integración, al diálogo entre los seres humanos. Y nos emociona, no tanto porque recuerde las persecuciones de un pueblo, el gitano, en el pasado, sino porque nos enfrenta a los exclusivismos, los radicalismos, los totalitarismos de hoy.

Pero no sólo en la petenera Fernández trabaja para incorporar nuevos cantes a su repertorio. También la mariana, con los tangos de Granada, las tarantas y la milonga. Los cantes de Linares y la cartagenera de Chacón suenan desprovistos de sus armónicos y medios tonos característicos, con lo que se acercan a la pura canción. Y la milonga, con guajira, es una evocación de Pepe Marchena en donde Márquez hace un prodigio de melismas, un auténtico juego de malabares con la voz convertida en el instrumento musical más plástico de la historia. También se estrena Fernández en la serrana y evocando a La Paquera, y canta caña, soleá trianera, alegrías ligadas...

Imágenes cedidas por el ICAS. Ayuntamiento de Sevilla.

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