Crítica de Cine

El interminable diario de Greg

Una escena de la película.

Una escena de la película.

No sé si estoy más harto de las películas de superhéroes que de las comedias gamberras de la llamada por sus exaltadores Nueva Comedia Americana o de las películas de adolescentes. Diario de Greg: Carretera y manta une, como es frecuente, las dos últimas variantes. Se basa en las novelas súper ventas de Jeff Kinney y, como los tiempos dan para lo que dan, el personaje ha sido llevado desde 2010 cuatro veces a la pantalla. Y esta cuarta que ahora se estrena, me temo, no será la última.

Estas películas para niños y adolescentes solos o en compañía de padres que se supone que no deben aburrirse viéndolas se balancean entre un medido humor vulgar y gamberro, una cierta observación de las realidades de las familias americanas (muchas, me temo, dado el éxito de las novelas y las películas) y microdosis de ternurismo vergonzante.

En esta ocasión Greg urde un enternecedor viaje para celebrar el 90 cumpleaños de su abuelo cuando lo que en realidad pretende es participar en una feria de videojuegos (no van a esperar que lea a Salgari, Fenimore Cooper, Verne, Stevenson o Twain: estamos en los tiempos que estamos). El chaval cambia de intérprete porque los niños tienen esa manía que tanto irritaba a la señora Darling: crecen. David Bowers ha dirigido tres de las cuatro entregas: le tiene tomadas las medidas y la película funciona para quien no le pida más de lo que puede dar. Es poco, muy poco, pero a los seguidores les parecerá mucho. O siquiera lo suficiente para justificar el precio de las entradas y -lo que es más gravoso- el de las palomitas y los refrescos.

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