Crítica de Música

Ha llegado la primavera

Datado en 1860, el Sexteto nº1 es la primera obra camerística de relevancia de Brahms (el Trío Op.8, anterior, fue sometido a una profunda revisión bastante después), también su primera obra en la que no participa el piano. Brahms se abandona aquí a un lirismo de raíz indiscutiblemente beethoveniana, pero en la que todo apunta a la armonía, la paz, la concordia, una especie de aura primaveral en la que dominan los tonos moderados, una calidez tibia, una serenidad dulce, de la que están excluidos los contrastes extremos. Por eso, las voces de las violas son esenciales ya desde la exposición del primer tema en el Allegro ma non troppo inicial. Como especies de conciliadoras entre los extremos tímbricos, las violas dan carácter a la obra. Magníficas durante toda la sesión, las violas de Policinski y Nikolov fueron clave en el éxito de esta primera sesión del ciclo.

Los solistas intercambiaron sus atriles para el Sexteto nº2, una obra quizás más equilibrada formalmente y algo más compleja polifónicamente que la anterior, pero sostenida por el mismo espíritu sereno y elegante. Interpretaciones dominadas en ambos casos por la claridad de las texturas, por un fraseo de limpidez clásica y un empaste apoyado (ya se dijo) en la pasta sonora de las violas, empaste que fue aún más sólido y homogéneo en el nº2, con Suwanai en el primer violín (qué maravilla sus dedos haciendo arabescos en las partes más ágiles del último movimiento sin sobresalir jamás por encima de sus compañeros), pues en el nº1 Crambes produjo un sonido más brillante e incisivo, más contrastado. Fue también el Sexteto nº1 dicho con una mayor ligereza, con una agilidad de los tempi que en el pareció calmarse, sumergirse en una placidez paradisíaca.

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