Artes escénicas

La buena fortuna de Mari Paz Sayago

Mari Paz Sayago, en una fotografía promocional de su nuevo espectáculo.

Mari Paz Sayago, en una fotografía promocional de su nuevo espectáculo. / D. S.

El Premio Carmen concedido el pasado fin de semana a Mari Paz Sayago como mejor actriz de reparto por Mamacruz, un reconocimiento que podría haber respaldado igualmente otro de sus trabajos en 2023, su papel en Te estoy amando locamente, puede verse como un símbolo de la madurez alcanzada por la intérprete tras una larga búsqueda. Más allá de la resaca del galardón, Sayago (Sevilla, 1972) afronta estos días con una emoción añadida: este jueves estrena No estoy de frente, una obra que representará hasta el 25 de febrero en La Fundición y en la que, dirigida por Paco León y Chiqui Carabante, con quien ha escrito el texto, da voz a un tabú poco explorado por la ficción: la "indeseada" menopausia.

Sayago aporta una imagen poderosa para definir a esa mujer que se siente "ignorada" y necesita explicarle al mundo lo que le está ocurriendo: la de una "solitaria bola del Oeste" que gira perpleja en la inmensidad. "Me parece que refleja ese momento de crisis en que no sabes exactamente dónde vas, en el que obligatoriamente tienes que estar contigo misma y respirarte", expone la actriz, que en No estoy de frente rinde un tributo a las mujeres que la precedieron.

"Yo había oído hablar bien poco de la menopausia, si salía la cuestión en una charla era en plan peyorativo, si alguien estaba nerviosa se atribuía a eso, y cuando empecé a investigar sobre este tema le llegué a preguntar a mi madre si la había pasado... Y ella empezó a contarme: Yo he pasado lo más grande, me decía, y lo llamativo es que yo, su hija, no me había enterado de nada", relata Sayago, que comprobó asombrada que aquella situación se repetía en otras mujeres de la familia. "No sé si porque era un suicidio social decirlo en alto, porque no estaba bien visto, esas mujeres callaron. Ni siquiera hablaban entre ellas, por pudor o por las convenciones sociales, de algo que compartían".

'No estoy de frente'.

Así, No estoy de frente se suma a otros proyectos que, al fin, dirigen el foco o colocan un espejo frente a la experiencia de las mujeres. "Durante mucho tiempo se han escrito, y se siguen escribiendo, guiones con enfoque masculino. Y, oye, eso está muy bien, yo quiero saber de todo, pero, efectivamente, de todo", razona esta actriz curtida en compañías como Los Ulen, Teatro Clásico de Sevilla, Histrión o Teatro del Velador y conocida por su participación en Allí abajo o El mundo es nuestro. "¿Por qué hay un público mayoritariamente femenino y los grandes protagonistas de las historias son hombres? Y las mujeres que salen, por las que se siente atraído el héroe, siempre andan en una franja de edad determinada, son más jóvenes... Eso tiene que seguir existiendo, no digo que no, pero hay que abrir paso a otros argumentos".

Sayago escoge para su función un humor "agrio, podrido, como cuando te entra la risa en un entierro", adelantan las notas promocionales de la obra. Ella lo explica en persona: "La menopausia es una nueva adolescencia, un desequilibrio hormonal, una sacudida que te desestabiliza y con la que se te desmorona lo que tú creías que era tu mundo. ¿Cómo podía acercarme a eso empatizando? Con la risa. A mí me atrae mucho plantear desde el humor un tema del que no deberías reírte. Yo nunca me he reído más que en el entierro de mi padre, y era un dolor insoportable el que sentía. Pero mi hermana y mi tía y yo teníamos que soltar la amargura por algún lado... Esa es la risa que busco", comenta.

No estoy de frente habla de un viaje en el que "las convicciones se derrumban", pero Sayago relativiza esa situación: "Recuerdo que de joven lo tenía clarísimo: Esto es A, B y C. A medida que fui creciendo y conociendo a gente me di cuenta de lo grande que es el mundo, de que lo que yo creía no tenía que ser así. Esa toma de conciencia es una pérdida muy grande, con la que de repente te quedas en el aire, pero también es una manera de estar en el mundo más elástica. Y la menopausia te obliga a adaptarte y a avanzar, como cuando eras chica y te quitan el ruedín de la bici", compara la intérprete.

“Nadie buscaba un perfil como el mío, pero con el tiempo entendí que eso era una suerte”, dice la actriz

El proyecto más personal de Sayago revela que es una profesional querida: son muchos los compañeros que se han implicado, "que me han dado un abrazo en este viaje. Tengo que mencionar a Alfonso Zurro, que me apoyó mucho en los inicios, aunque fue con Chiqui con el que escribí el texto. Empezamos a ensayar, pero el problema es que cada vez que nos salía un trabajo remunerado teníamos que parar, y llegó un momento en que a él lo ficharon en una serie. Así que llamé a Paco, que estaba involucrado en la propuesta, y le pedí ayuda y no dudó en venir. Hicimos de la necesidad virtud, como se dice, porque Paco le aportó otra luz al espectáculo", resume Sayago, que este otoño ha representado Tennessee, un montaje que recuperaba obras cortas del autor de Un tranvía llamado deseo, en el Teatro Español de Madrid.

Cuando Canal Sur la distinguió con el premio a la trayectoria, el pasado noviembre en el Festival de Sevilla, Sayago agradeció que se reconociera a "una actriz de reparto, o de pequeñas partes". Preguntada por si tal vez su filmografía demuestra que no hay papel pequeño, la sevillana hace balance: "Al principio nadie me quería para nada", admite mientras esboza una sonrisa. "Yo creo que soy la única actriz andaluza que no salió ni en Plaza Alta ni en Arrayán, las dos series que se hacían por entonces, cuando no había más producciones. Pasaban los años, y la verdad es que ni siquiera yo sabía qué dirección debía tomar. Pero, a la vez, al no tener un objetivo claro, como el de ser mujer de rompe y rasga y cuidarse para ese perfil, yo podía ser nada y al mismo tiempo serlo todo. A lo que me he dedicado es a ser un camaleón. ¿Qué necesitan aquí? Una señora que hace esto. Pues voy a ver si dentro de mí hay algo que se le parezca. Y así he ido de un lado a otro, tanteando posibilidades, creciendo. Ha sido una fortuna, pero sólo me he dado cuenta con el tiempo", valora.

"La comedia es un reto. Los humanos lloramos por lo mismo, pero cada uno se ríe de algo diferente"

Sayago, que puede presumir de haber interpretado momentos hilarantes en la pantalla y la escena, se adscribe con orgullo al linaje de los cómicos. "Ahora me ofrecen papeles más dramáticos, más serios, y yo estoy disfrutando eso de convertirme en alguien que sufre, lo de transmitir emociones. Pero reivindico la comedia, que es muy difícil. Me acuerdo de algo que decía un maestro, que la gente llora por historias parecidas, por la enfermedad o la muerte, en eso tenemos un imaginario común los humanos, tú ves a alguien llorar y conectas de inmediato, te identificas con esa persona. Pero reír, cada uno ríe por cosas diferentes, hay gente que prefiere el humor absurdo, otro que capta mejor la ironía. Conseguir hacer reír a los espectadores me parece un reto".

Sayago tiene pendiente de estreno El salto, una colaboración con Benito Zambrano. "Es un papel mínimo. Iba a hacer otro con más extensión, pero fíjate como es la vida, que era demasiado joven... [ríe]. Pero en el rodaje sentí lo mismo que cuando grababa Mamacruz o Te estoy amando locamente: que es una película importante" . La bola del desierto aún no lo sabe, pero al final del camino concluirá que el viaje ha sido afortunado.

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