La mejor guía para el mundo anglosajón
Ford publicó en 1845 su célebre 'Manual para viajeros por España y lectores en casa'.
Con sus toreros, sus restos islámicos y sus célebres danzas boleras, España era sin duda el país más exótico y pintoresco de la Europa occidental. No es extraño que se convirtiera en la meta de muchos viajeros románticos, a los que se debe, entre otros, el conocimiento o la difusión de manifestaciones como la del flamenco.
Richard Ford (Londres, 1796-1858), sin embargo, aunque curioso y amante de los viajes, eligió España porque la salud de su esposa Harriet era delicada y pensó que el clima templado de Andalucía la ayudaría a recuperarse. Así llegó en barco con toda la familia a Sevilla -vía Gibraltar y Cádiz- donde viviría desde 1830 a 1833 -entre otras en la calle Monsalves- excepto durante los veranos, en los que los Ford se trasladaban a Granada, una "espléndida combinación de arte y naturaleza". Allí tuvieron el privilegio de alojarse en la residencia del Gobernador, en la Alhambra -muy descuidada en aquel momento según sus comentarios-, de la que tanto Ford como su esposa realizaron numerosos y hermosos dibujos.
Amén de sus vagabundeos por ambas ciudades, a la búsqueda de sus tesoros más ocultos, Ford realizó una serie de rutas por España, a veces solo con su caballerizo, a veces, pocas, con su esposa (él a caballo y ella en burro o ambos en diligencia), que lo llevaron a puntos tan alejados como Santiago de Compostela o Tarragona, o tan exóticos para él como Tánger y Tetuán. Viajes de los que el inglés, coleccionista de arte y erudito, regresó con centenares de bocetos y de apuntes con los que más tarde, completando las ciudades no visitadas con las notas de sus amigos e incluyendo los mejores mapas conocidos hasta el momento (como el de Murray), elaboró la mejor guía que se pudiera imaginar: el Hand-book o Manual para viajeros por España y lectores en casa.
En su libro, cuya primera edición -sin ilustraciones- vio la luz en 1845, no sólo se encuentran las más precisas informaciones sobre los paisajes, las ruinas, las ciudades, las posadas o los pasaportes necesarios para trasladarse de un sitio a otro sino que, a través de sus comentarios, se pueden conocer numerosas costumbres y acontecimientos de la España de la época. Ford vivió de primera mano la grave inundación que sufrió Sevilla en 1831, la suspensión de la Semana Santa de aquel año debido a las tensiones políticas, la epidemia de cólera, con las consiguientes medidas sanitarias (absurdas en su mayoría) tomadas por las autoridades frente a los transeúntes, la jura de la infanta Isabel II como heredera a la corona española (a cuya ceremonia acudió con su amigo Addington) o la muerte, el 29 de septiembre de 1833, del rey Fernando VII, de cuyos funerales realizó un curioso dibujo. Motivos más que suficientes para que los lectores curiosos emprendan su agradable lectura.
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