Orgullo friki y hábitos saludables

Mi vida a lo grande | Crítica

Una imagen del filme de animación checo diseñado y drigido por Kristina Dufková.
Una imagen del filme de animación checo diseñado y drigido por Kristina Dufková.

La ficha

*** 'Mi vida a lo grande'. Animación, Rep. Checa, 2024, 80 min. Dirección y diseños: Kristina Dufková. Guion: Petr Jarchovský, Barbora Drevikovska, Anna Vásová. Fotografía: Vaclav Fronk. Música: Michal Novinski.

Heredera de la mejor tradición artesanal y expresionista de la vieja escuela de animación checa en arcilla y stop-motion (ya saben, de Trnka a Svankmajer), aunque con una apuesta decididamente colorista y pop destinada a su público natural juvenil, Mi vida a lo grande adapta la novela de Mikael Ollivier para enarbolar un doble mensaje de empoderamiento sobre la diferencia y la rareza pero también un potente discurso sobre la necesidad de unos hábitos saludables que refuercen la confianza en uno mismo al margen de la manada.

Su protagonista, Ben, es un niño obeso de padres separados y acosado por el bullying en una singular escuela donde todos son también raritos y donde el concepto de normalidad brilla por su ausencia. Se traza así con claridad el mensaje didáctico y conciliador de un filme que apuesta en todo caso, desde el trazado mismo de sus personajes, los escenarios y diseños en miniatura y una estupenda banda sonora musical de espíritu rockero e indie, por filtrar su mensaje sin excesivo maniqueísmo ni moralina, festejando esa diferencia sin perder de vista los procesos de toma de conciencia para poner freno a aquello que es nocivo para salud al margen de las cuestiones estéticas.

Resulta también entrañable que nuestro protagonista inicie su propósito de enmienda por amor a una chica flacucha de ojos tristes y que, aunque este no termine de ser correspondido, esa apuesta se mantenga por la vía de la amistad, la comprensión y el reconocimiento mutuo. Con todo, es en su peculiar lenguaje animado, en la cantidad de pequeños detalles y hallazgos plásticos y visuales, en la aceptación del trazo feísta de sus criaturas o en la alternancia de códigos de animación (también hay tramos de dibujo animado igualmente conseguidos) donde Mi vida a lo grande realiza su irrebatible conquista no sólo para públicos juveniles sino también para cualquier adulto.

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