Miss Caffeina electriza Sevilla. Dos décadas de indie-pop en estado puro
MISS CAFFEINA | Crítica
El trío madrileño demostró en el Patio de la Diputación que sigue dominando el escenario, combinando teatralidad, emoción y energía en un concierto que hizo vibrar a fans de todas las generaciones
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El Patio de la Diputación se fue llenando anoche despacito hasta después de bien pasadas las nueve con un público expectante que iba desde jóvenes que cantaban todas las letras hasta seguidores de larga trayectoria que esperaban revivir clásicos y descubrir los nuevos temas de la banda. Miss Caffeina demostró que, tras 20 años en el negocio, el trío de indie-pop no muestra signos de desaceleración, sino que la energía, la precisión y la complicidad fluyeron en cada acorde.
Alberto Jiménez en la voz, Sergio Sastre, aka Reys, a los teclados guitarra y sintetizador, y Antonio Poza al bajo, apoyados por Sergio Delgado -Sed para sus proyectos en solitario- en una segunda guitarra y Nacho García a la batería, subieron al escenario y comenzaron con Oh! Sana, un himno potente y motivador que encendió el patio y estableció el tono de la noche, aunque los graves no estuviesen bien ecualizados y se comían el sonido, algo que solo ocurrió durante un par de canciones. Desde los primeros compases quedó claro que Miss Caffeina posee una cualidad teatral única; cada matiz técnico estaba ensayado al detalle, pero las peculiaridades de cada miembro, sus gestos, sus miradas, hicieron que el espectáculo se sintiera vivo y espontáneo.
Alberto se mostró expresivo no solo con su voz, sino con sus movimientos sutiles y su interacción casi extravagante con el público, aprovechando cada oportunidad de dirigirse a nosotros para alcanzar el cielo. Reys, sonriente y atento, disfrutaba cada momento, riendo al ver al público cantando sus letras. Antonio demostró su polifacética maestría en el bajo, combinando intensidad y suavidad con naturalidad. La banda, experimentada y sólida, hizo lo que mejor sabe hacer, que es crear un espectáculo cohesivo, dinámico y totalmente absorbente.
El repertorio avanzó con fluidez perfecta, casi sin pausas, con Punto muerto y su ritmo enérgico y directo que hizo empezar a corear y moverse a la gente, contagiada por la urgencia del tema; siguió Cola de pez con su guiño a las Spice Girls, juguetón y nostálgico, invitando a todos a sonreír y recordar canciones que se llevan tatuadas en la memoria; Bla bla bla apareció después, con su ironía chispeante y ritmo contagioso, y Debería estar brillando iluminó el recinto con una sensación expansiva y optimista, en la que cada nota era un destello de luz sobre las paredes históricas del antiguo cuartel de intendencia.
Si los primeros compases del concierto demostraron la magia de la banda, Átomos dispersos aportó un momento más delicado e introspectivo, mientras que Capitán recobró la intensidad con sus acordes contundentes y coreables. Con Por si y Venimos, la energía volvió a subir, emotiva y festiva a la vez, mostrando la capacidad de Miss Caffeina de alternar matices sin perder cohesión. La fluidez del repertorio hizo que cada transición se sintiera natural, casi como un único relato musical que abrazaba al público desde el primer al último tema. Este tramo central del concierto destacó por su fuerza y dinamismo; Detroit, eléctrica y vibrante, provocó un estallido de entusiasmo; Y de repente, potente y sorpresiva, nos atrapó con sus giros melódicos; Hielo T, brillante y afilada, contrastó con la cálida y contagiosa Sábado; mientras que Cuando acabe el verano y Me voy trajeron una melancolía suave que invitaba a la reflexión y a corear cada palabra en comunión con los demás. Con Prende -brazos en alto, ondeando a un lado y a otro- y Merlí, mostrando en la pantalla el amor sobre todas las cosas, con morreos entre Broncano y Pablo Motos, Messi y Cristiano, los hermanitos Gallagher, la banda recuperó la efervescencia y la diversión, llevando al público a un estado de energía casi desenfrenada, y demostrando que cada miembro domina su espacio: Alberto con su teatralidad y expresividad, Reys con su virtuosismo y sonrisa contagiosa, y Antonio con la intensidad y delicadeza que sostiene la columna sonora.
La recta final del concierto se transformó en una sucesión de himnos que podría ser la cara A de un disco de Grandes Éxitos icónicos. Dancetería (Aquí nadie sabe tu nombre) puso a todos a bailar, desenfrenados y desinhibidos; Que seas feliz, destacado como el tercer adelanto de su próximo disco Buenasuerte, fue la incrustación perfecta en la cadena de éxitos, porque combinó rabia y humor irónico, reflejando ese momento en que se intenta ver una situación dolorosa con distancia y una sonrisa forzada. Alberto nos contó que la canción salió de la rabia y el rencor hacia una persona que fue el amor de la vida de alguien tan solo a los cuatro meses de conocerla, y lo dejó diciendo que no estaba preparada para una relación; mientras él lo asumía, a las dos semanas ella estaba follando con otro. Que la historia sea autobiográfica o no, queda a elección del respetable público. Reina fue potente, de esas que empoderan, y generó un coro casi unánime; luego, la divertida y excéntrica Oh Long Johnson arrancó risas y aplausos espontáneos. Mira cómo vuelo, brillante, nos elevó a todos a un clímax colectivo que parecía suspendido en el tiempo, antes de que Para toda la vida cerrara la noche con una emotividad épica, sellando una hora y cuarenta y tantos minutos de música intensa, compartida y celebrada. Era evidente que estos himnos ocupaban un lugar especial en los corazones de los fans, tanto antiguos como nuevos.
Miss Caffeina construyó durante su concierto un viaje emocional, un espectáculo teatral, un diálogo entre escenario y público, y un recordatorio de que, incluso después de dos décadas, siguen siendo referentes del indie-pop español, capaces de emocionar, hacer bailar y conquistar con cada nota.
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