MORELLÓ & MONTES | Crítica

Todo es de color

Vicent Morelló y Cristina Montes anoche en el Alcázar

Vicent Morelló y Cristina Montes anoche en el Alcázar / Actidea

El timbre, tan desdeñado por siglos, pasó a ocupar un lugar esencial en las preocupaciones de los compositores a principios del siglo XX. En Francia, eso resulta especialmente fácil de comprobar. Mientras en Viena, Schoenberg y sus afines se centraban de forma singular en enfatizar las tensiones armónicas, en París, Debussy y sus cercanos decidían trabajar en torno a la liberación de la disonancia sólo como una posibilidad más, y crearon una música en la que la tímbrica y el color (armónico, claro) ocupaban lugar esencialísimo.

Vicent Morelló y Cristina Montes unieron una vez más sus instrumentos (¡tan franceses!) para un programa de estilos variados, pero en los que las posibilidades evocativas del color y su capacidad para crear atmósferas son explotadas al máximo.

De la pintoresca suite de Jean Cras a las cromáticas melodías debussystas pensadas para los poemas eróticos de Pierre Louÿs, pasando por el exotismo de Ferroud, el lirismo delicado de Lili Boulanger o la perfección formal y la inspiración melódica y virtuosística de Saint-Saëns, todo el concierto buscaba la seducción del oyente a través de imágenes, a menudo evanescentes, que más que mostrar, sugerían lo velado, lo misterioso. Ideal para una noche tibia y serena en el jardín.

La límpida polifonía del arpa de Cristina Montes (apenas afectada por la rotura de una cuerda al principio del recital), su articulación prodigiosa, que permitió oír cada nota de forma clara y distinta, y en la que las diferentes intensidades en la acentuación jugaron un papel principalísimo, sirvieron admirablemente a la música. La flauta de Morelló se plegó a sus contornos, la siguió con fraseo en general curvilíneo y se fundió con ella en una mezcla tímbrica que dio al concierto su color y su sentido.

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