Hay una paradoja dentro del exquisito y sentido espectáculo que Cristina Almazán dedica a la figura de la botánica francesa Jeanne Baret, la primera mujer que dio la vuelta al mundo. La Baret tuvo que recurrir al ardid de hacerse pasar por hombre para poder enrolarse en una expedición comandada por el conde de Bougainville. 200 años después, Cristina Almazán utiliza la muleta del viaje de Magallanes y Elcano para hacernos llegar esta apasionante historia que recupera la memoria de una mujer que, a pesar, de sus indudables méritos como botánica y exploradora, fue borrada de los libros científicos.

Imagino que la paradoja se comprende al encontrarnos en la celebración del quinto centenario de la circunnavegación del mundo y nobleza obliga.

Sea como sea, Cristina Almazán y Borja de Diego plantean dos historias paralelas para hacernos llegar hechos históricos desde una perspectiva muy femenina que se agradece de principio a fin. La sencilla excusa de una Jeanne Baret varada en la isla Mauricio que está terminando su jornada en una taberna en manos de una actriz completa como es la Almazán convierte el homenaje a una mujer en una deliciosa propuesta de espectáculo. Tiene Cristina Almazán luz propia, una indudable presencia física que se enseñorea del escenario haciéndonos sentir que estamos ante una gran actriz. Las canciones, deliciosamente anacrónicas, y la autodirección de la Almazán hacen de esta pieza un espectáculo moderno que nos cuenta historias antiguas.