LA COCINA | CRÍTICA
Cuando el ego creativo se inflama
Jorge Dezcallar | Diplomático y escritor
Reconoce Jorge Dezcallar que le habría sido muy complicado escribir Espía accidental, su flamante primera novela, sin su pasado profesional, que le ha procurado conocimientos muy amplios, "a la par que muy concretos sobre los asuntos y lugares que desfilan por la novela": Siria, Palestina, Irán, Israel, el mundo del espionaje o el viaje como modo de vida. "La trayectoria personal es inseparable de lo que uno escribe y, por tanto, no podría haber escrito esta novela sin lo que he vivido, pero también es cierto que todo lo que cuento es mentira, es pura ficción, aunque hay personajes y situaciones por las que he pasado que iluminan este texto", afirma el diplomático, que reconoce que "nadie se ha molestado por lo que cuento en Espía accidental".
Confiesa Dezcallar, que en la vida real fue director de los servicios de inteligencia españoles entre 2001 y 2004 así como embajador de España en Marruecos, ante la Santa Sede y en Estados Unidos, que ha sentido "vértigo al introducirme en la ficción, porque cuando no lo es tienes muy claro lo que tienes que escribir. Es fácil contar lo que retienes en la memoria, que no deja de ser lo que uno recuerda. Ha sido complicado para mí, aunque notaba que tenía algo dentro que quería soltar". Precisa el autor que tiene muy claro el origen de su novela: "Cuando yo escribí la primera historia de El anticuario de Teherán [libro de anécdotas vividas en su carrera diplomática], siempre me quedé con las ganas de saber lo que pasó a continuación. ¿Qué sucedió con ese collar que yo hice llegar hasta una chica en Los Ángeles desde Teherán? Y a partir de esa historia inicial, que es real, todo lo que sucede después no lo es. Además, en esta ficción utilizo un drama que es muy real, que es el de la guerra de Siria, que sigue siendo de tremenda actualidad, por desgracia, así como el trasfondo de este conflicto, y que no deja de ser el enfrentamiento entre Israel e Irán, en suelo sirio", especifica.
Asís García, una especie de bon vivant reconvertido en espía por las circunstancias, es el gran protagonista de Espía accidental, y según el propio autor "se inscribe en la tradición de la picaresca española: es buena gente, pero es un desastre, no ha dado un palo al agua en su vida". Con respecto a este personaje, el autor balear desvela que "sucede con cierta frecuencia que el CNI, o cualquier servicio de inteligencia, capta a personas concretas, fuera de la organización para misiones concretas". Y justifica la elección de Asís "porque reúne el perfil, porque conoce la zona, domina el idioma y las costumbres, se sabe manejar en el terreno, porque es capaz de mimetizarse con el entorno". Enfrente, Miguel, "que sí es verdaderamente un agente del CNI. Un personaje que por supuesto existe en la vida real", afirma. Dezcallar, a este respecto, explica que "en todas las embajadas de España en el mundo hay agentes del CNI que están acreditados como diplomáticos, como agregados culturales o como venga bien en cada situación. Y esos agentes están en conexión con los servicios de inteligencia de los países en los que se encuentran, ya sea Siria, Israel o Irán, y nos pasan información". Y, sobre esto, el narrador finaliza confesando que "yo me he reunido y colaborado con gente patibularia, muy complicada, porque en este mundo te entiendes con el diablo, si hace falta".
Ha descubierto Jorge Dezcallar, que visitó la semana pasada la Fundación Tres Culturas, en Sevilla, donde presentó su libro, que "escribiendo ficción puedes contar cosas que sería muy complicado de contar desde la no ficción, y también he descubierto que es cierto eso que le he escuchado tantas veces a los novelistas de que los personajes toman vida propia". Tiene claro el escritor que "aunque me las intentan sacar estos días en las entrevistas, hay cosas que no voy a contar, porque estoy limitado por la Ley de Secretos Oficiales y, además, porque no las quiero contar, ya que pueden ensuciar el buen nombre e imagen de ciertas personas".
No duda en afirmar Dezcallar que "sería muy deseable que la sociedad española supiera lo que hacen sus servicios de inteligencia", aún reconociendo que "a la vez es muy difícil hacérselo saber, porque se trata de un mundo de sombras". Y continúa el diplomático confesando que "estando al frente del CNI, hablaba con la CIA o con otros responsables internacionales, y todos me comentaban que es muy difícil transmitir esa información". Para Dezcallar, "un ejemplo lo podemos encontrar en Afganistán, donde todos hablan de lo bien que lo hicieron los diplomáticos, los políticos o el ejército, pero nadie menciona a los servicios de inteligencia, que fueron parte fundamental. O -prosigue- cuando se detenía a un etarra en un control aleatorio, no era aleatorio, éramos nosotros". Para el ahora escritor, "el CNI cuenta con el sistema más garantista de Europa, todos los pasos que da están justificados y permitidos judicialmente", y añade que "nuestros servicios secretos están al nivel de los europeos, y por eso no puedo soportar la expresión cloacas del Estado, que es algo que sucede en los países que cuentan con un servicio de inteligencia sumiso con el Estado, y España no es el caso: el CNI tiene lealtad al Gobierno pero es independiente de éste", no duda en proclamar el que fuera responsable del servicio de inteligencia español.
Para Dezcallar, "en mi novela quiero transmitir eso: los espías españoles son muy buenos y tenemos que estar orgullosos de ellos y para mí fue un honor dirigirlos", añade. En cuanto a la profesión de espía, el diplomático no duda en calificarla como "una vida muy dura, solitaria, ya que esas personas no pueden celebrar una barbacoa con sus amigos y familiares y contar a lo que se dedican, y es que en muchos casos hasta las propias familias no lo saben", reconoce. Avanza Jorge Dezcallar, en la despedida, que está escribiendo una obra de no ficción sobre geopolítica, pero desde una perspectiva pedagógica, "sin interminables notas a pie de página".
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