El museo de Cajasol abre sus puertas mirando al siglo XIX
La Sala Murillo, inaugurada ayer por la consejera de Cultura en la Plaza de San Francisco, expone hasta el 5 de enero las obras emblemáticas de la colección decimonónica de la Fundación.
Bartolomé Esteban Murillo vivía muy cerca, a unos 750 metros, de la Audiencia de Sevilla, el edificio protegido de la Plaza San Francisco que hoy acoge la sede de la Fundación Cajasol. En homenaje al pintor, "uno de nuestros creadores más ilustres de todos los tiempos", según el presidente de la entidad, Antonio Pulido, se ha bautizado como Sala Murillo al museo más joven de Sevilla, que ayer se inauguró con la presencia de la consejera de Cultura, Rosa Aguilar, y el alcalde de la ciudad, Juan Espadas. El espacio, que ahora consta de 500 metros cuadrados divididos en dos plantas de zonas expositivas, didácticas, tienda y accesos, está llamado a ser, según Pulido, "el centro cultural más importante de Andalucía". Será así, explicó, a finales de 2017, cuando se completen las tres fases de la remodelación de las antiguas dependencias administrativas de Caja San Fernando en un contenedor cultural de 10.000 metros cuadrados distribuidos en cuatro plantas y nueve espacios diferenciados para la celebración de actividades.
La primera fase, la apertura de esta Sala Murillo que hasta el 5 de enero exhibe los tesoros de la colección del siglo XIX de la Fundación Cajasol -seleccionados por el comisario, historiador y académico Juan Fernández Lacomba-, permite arrancar el proyecto cultural y avanzar algunos de sus compromisos. El primero es ofrecer una programación expositiva continuada -la entrada es gratuita para sevillanos y escolares- que atienda los principales temas y autores representados en la colección Cajasol, que consta de 7.000 piezas y es, para Fernández Lacomba, "la más importante de Andalucía si descontamos museos y colecciones oficiales". La apuesta por las actividades didácticas, la itinerancia de las exposiciones organizadas por Andalucía y otras comunidades así como el intercambio de obras y proyectos con grandes colecciones internacionales -Pulido avanzó el acuerdo con un museo de México y una importante entidad financiera italiana- son otros ejes de la aventura museística de Cajasol.
La segunda fase del proyecto incluye la reforma del antiguo Bazar Victoria, que permitirá el acceso a la Sala Murillo desde la calle Entrecárceles y que crezca la superficie expositiva con nuevos espacios para alojar las obras maestras de la colección permanente, que convivirán en el calendario del museo con las muestras temporales que se organicen. Con la tercera fase, Pulido aspira a que se integre, ya remodelado, el teatro que ahora tiene su entrada por la calle Chicarreros, de modo que todas las artes -plásticas, musicales, audiovisuales y escénicas- convivan en este complejo cultural.
Pero antes de que esas aspiraciones se concreten en 2017, la nueva Sala Murillo mira al XIX, "un siglo convulso, difícil de entender y con muchas transformaciones sociales y políticas", como lo definió Fernández Lacomba. El comisario de la muestra ha escogido 61 piezas (37 pinturas, además de dibujos, litografías y una escultura en mármol de Alfred Jacquemart), de las cuales un alto porcentaje son de artistas andaluces. El visitante podrá comprobar, con testimonios muy significativos, la calidad que alcanzó la escuela sevillana del período a través de algunos trabajos espléndidos como el Autorretrato de 1901 de José Jiménez Aranda.
La exposición no sigue un hilo cronológico sino que traza un relato discursivo y didáctico que recorre las distintas tendencias que se dieron en un siglo especialmente rico para la creación y que alumbró, en países como Francia, la aventura impresionista.
La pintura romántica en España está representada aquí con obras como Santa Isabel de Hungría, de Antonio María Esquivel (1806-1917), o con el retrato que José Gutiérrez de la Vega (1781-1875) pintó del fundador de la primera Caja de Ahorros de Sevilla, Francisco Moreno Zaldarriaga. Muy interesante para el contexto sevillano, según Pulido, es la obra Visita del Conde de Ibarra al museo, donde el pintor Francisco de Paula Escribano ensalza el papel del mecenazgo y el predomino de la estética murillesca en el gusto local de esos años. Resabios románticos presenta también la obra Torero de Valeriano Bécquer (1833-1870), representativa de la reactivación de la tradición taurina dieciochesca.
En pleno Realismo ubica Fernández Lacomba la composición Las planchadoras que Manuel Cabral y Aguado Bejarano realizó hacia 1868, una pintura donde analiza la difícil situación laboral de la mujer en la época. Gracias al legado del crítico de arte Bernardino Pantorba, según acordaron en su día sus herederos con la Fundación El Monte, este conjunto cuenta con una amplia representación de la producción de José Jiménez Aranda. Notables obras suyas figuran en la sección dedicada al Realismo junto a otras de sus coetáneos, como Emilio Sánchez Perrier, José García Ramos, José Arpa o José Villegas, del que vemos un sobrio retrato juvenil de su madre Rosario Aranda.
Del carmonense José Arpa Perea (1858-1952), el comisario destaca en el ámbito dedicado al paisaje su Camino en la campiña sevillana (1893) "porque fue mucho más allá de la descripción realista para captar el silencio y la calma chicha del caluroso mediodía andaluz". El paisaje adquirió una renovada vitalidad en el XIX y fue el vehículo para la experimentación que guió a la modernidad, apreció Lacomba ante la concentración de obras de Manuel Barrón, Emilio Sánchez Perrier, Manuel García Rodríguez o José Pinelo Llul, entre otros, que se ha reunido en la planta alta del nuevo museo, antes de la sección que, dedicada a los dibujos de Sánchez Perrier y Jiménez Aranda, cierra la muestra.
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