La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El gran detalle del mensaje del Rey
Raquel Lanseros. Escritora
Es una de las voces más premiadas y reconocidas de la nueva poesía española. Entre los galardones que Raquel Lanseros (Jerez, 1973) ha recibido por su obra poética destacan el Premio Unicaja (2008), el Antonio Machado en Baeza (2009), el Premio de Poesía del Tren (2011) o el Premio Jaén (2013), además de un accésit en el Adonáis (2005). Licenciada en Filología Inglesa y afincada en Madrid, su obra ha sido traducida a numerosos idiomas e incluida en antologías y publicaciones literarias tanto en España como en otros países, y es colaboradora habitual de medios literarios, revistas y webs dedicadas a la cultura. Su nueva obra Las pequeñas espinas son pequeñas (Hiperión), que presentó esta semana en la Fundación Caballero Bonald de Jerez con la introducción de la escritora Josefa Parra, es puro optimismo, una cura para heridas que sangran.
-¿Por qué Las pequeñas espinas son pequeñas?
-Es una obra que tiene 40 poemas y no es un número aleatorio. Acabo de cumplir 40 años, así que es una especie de reflexión en mitad de la vida. Una edad en la que ya hay experiencia acumulada suficiente para hacer balance, pero a la vez hay muchas fuerzas, ganas y aliento. Y las pequeñas espinas aluden a esa cara menos alegre de la vida, que la hay, pero son pequeñas, porque el balance al final es positivo. Es un libro optimista dentro de toda la negrura de las circunstancias actuales, que son desmoralizantes y tristes. Yo quiero lanzar un mensaje optimista, no para que no se luche, todo lo contrario, sino para tener fuerza para poder luchar. Tenemos derecho a vivir nos guste o no, a quien le guste o no. Es un libro alegre, un canto a la vida que merece la pena por encima de todo y por encima de las espinas que, después de todo, son pequeñas, a pesar de que pinchan.
-¿Cuáles son sus espinas?
-En las cuestiones verdaderamente importantes de la vida yo creo que nadie es original, porque todos tenemos los mismos sentimientos y anhelos. Mis espinas son las de todo el mundo, el paso del tiempo, la pérdida, la muerte de los seres queridos, la modificación constante de las cosas, la nostalgia, la distancia entre los sueños y la realidad...
-¿Cómo se va consolidando la voz de Raquel Lanseros?
-Me es difícil decirlo porque casi nadie es juez y parte. Creo que lo tendrían que decir otros. Yo puedo decir por mi parte que intento escribir cuidando la técnica, leyendo mucho, teniendo un respeto enorme por lo que se ha hecho hasta ahora y no intentar repetirlo o, si acaso, hablar de lo mismo pero desde una óptica diferente y cuidar sobre todo la veracidad. No quiero decir que lo que cuente sea verdad, pero lo que sí puedo decir es que no estoy mintiendo, aunque otros no estén de acuerdo. Cuento lo que de verdad siento, lo que de verdad he visto, lo que me inquieta. Y ese pacto que tengo conmigo misma de no traicionarme -el único que tengo en poesía porque el resto es territorio de la libertad-, es lo que tengo.
-¿En qué citas literarias sigue apoyándose?, ¿qué otras ha ido descubriendo?
-Yo siempre digo que para escribir hay que leer mucho, y que una palabra escrita son cien o mil leídas. Hay mil citas en las que me apoyaría, pero hay una en especial, por la veneración que le tengo al poeta que es Antonio Machado, del cual admiro no sólo su obra, sino también su figura y lo que significa. Pero hablando de génesis poética, él, que fue un gran crítico de poesía además de poeta y otras muchas cosas, en cuatro palabras resumía muy bien una forma de ver la poesía que comparto en gran medida: "Palabra clara, pensamiento hondo". Creo que hay muchas maneras de decir las cosas, sin caer en el lenguaje fácil y frívolo, sino respetando la belleza y la profundidad del lenguaje. Porque hay formas muy estéticas de hacerse entender, es decir, yo creo en esa poesía que es un puente más que un muro entre el que la escribe y el que la lee. Por eso intento siempre hacerme entender, que lo logre o no es otra cosa.
-Por fin se está viendo y leyendo una poesía que se entiende, que no ahuyenta al lector.
-Sí. Todos los movimientos de poesía hermética han sido muy necesarios para liberar a la poesía de antiguos corsés, pero han tenido el efecto negativo de alejar a los lectores. Por ejemplo, en la España del XVII la gente se amontonaba para ver las comedias de Lope de Vega, que no dejan de ser poesía aunque sean teatro. Y los autores de la Generación del 98 o de la del 27 eran casi aprendidos de memoria por el pueblo. Luego, por varios factores, hubo un divorcio entre la poesía y la gente. Creo que los poetas tenemos la obligación moral de remediarlo porque la poesía nació antes que la escritura, nació en la oralidad y pertenece al pueblo. Un poema, hasta que otro no lo lee y lo descifra, no sirve de nada. Lo entiendo como comunicación.
-¿Se atreve con la narrativa?
-Me lo estoy pensando. Desde la distancia, la poesía es mi medio natural de expresión, pero hay cosas que necesitan ser extendidas. La poesía tiene una fuerza tremenda por su capacidad de síntesis, de insinuación, por la cantidad de cosas que dices sin ser dichas. Pero hay cosas que necesitan más detalles y necesitan de otro canal. Todo al final es literatura.
-¿Alguna propuesta literaria?
-Pues acaba de salir en Valparaíso Ediciones un libro de Efraín Bartolomé llamado Cuadernos contra el ángel. Es un poeta mexicano que me deslumbró hace tiempo cuando leí parte de un poemario llamado Ojo de jaguar. Tiene una fuerza, una pasión y una verdad en él como muy pocos poetas.
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