Schrader se pierde en su laberinto de la memoria
Oh, Canada | Crítica
La ficha
** 'Oh, Canada'. Drama, EEUU, 2024, 94 min. Dirección y guion: Paul Schrader. Fotografía: Andrew Wonder. Música: Phosphorescent. Intérpretes: Richard Gere, Jacob Elordi, Uma Thurman, Michael Imperioli, Victoria Hill.
A sus 78 años, y con una larga y desigual trayectoria, Paul Schrader había encontrado la buena racha con esa trilogía bressoniana formada por El reverendo, El contador de cartas y El maestro jardinero donde realizaba variaciones sobre un mismo asunto (caída y redención del hombre) a partir de la depuración y el control de los elementos de la puesta en escena.
Oh, Canada confirma el buen ritmo de trabajo pero se aparta de ese camino para introducirse en el de la memoria retrospectiva a las puertas de la muerte, y para ello acude de nuevo a la literatura de Russell Banks, a quien ya adaptó en Aflicción, una de sus mejores películas.
La Canadá del título se avista como metáfora, frontera y horizonte de cierto ideal (político) que Schrader (y Banks) no encontraron ni encuentran ya en su país polarizado y trumpista. Un país ideal proyectado por la memoria desordenada y confusa de un viejo y moribundo director de documentales que aspira a revelar sus secretos y verdades a su esposa a través de las cámaras y micrófonos de un pequeño equipo de rodaje que acude a entrevistarlo a su casa.
Schrader activa así el mecanismo de ida y vuelta de un filme zigzagueante y errático en la propia materia voluble y poco fiable del recuerdo enfermo y narcotizado que lo activa, pero también en su arbitraria oscilación entre el blanco y negro y el color, los saltos entre tiempos y voces narrativas que lo impulsan, las melancólicas canciones de Phosphorescent o la presencia alterna Richard Gere y Jacob Elordi interpretando al protagonista en sus distintas edades.
La película pretende llevarnos además por la tangente de la historia norteamericana desde los años sesenta o regresar al trauma generacional de Vietnam, pero sobre todo urdir en retazos inconexos y a la postre antidramáticos la historia de falsedades, abandonos, decisiones y cobardías de un cineasta que también nos deja algunas lecciones sobre el oficio y sus pactos con la verdad o la ficción entre citas a Freud y Sontag donde se ve siempre demasiado, como en el resto del filme, la mano del autor sobre los materiales.
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