Conversación con Vargas Llosa

Cuando la palabra "política" se jodió

  • El Nobel relata el momento exacto en que se vio con Esparza Zañartu, el Cayo Mierda de 'Conversación en La Catedral'

Mario Vargas Llosa, este jueves en Sevilla.

Mario Vargas Llosa, este jueves en Sevilla. / Antonio Pizarro

Uno oye a Vargas Llosa este jueves en Sevilla y sale con la impresión de que sabe en qué momento se jodió el Perú, que es la pregunta que se hace Zavala, Zavalita, en 'Conversación en La Catedral'. Es como si el punto de inflexión de esa parte de los Andes hubiera quedado revelado ante decenas de personas en el patio de la Fundación Cajasol. No fue el Perú, pero sí el día en que Mario Vargas Llosa reconoció el rostro del poder omnímodo que el dictador Manuel Odría practicó en el país desde 1948 a 1956, los ocho años en que el escritor transitó desde sus 12 a los 20; es decir, toda su adolescencia tapada bajo un régimen totalitario que se colaba por la ranura de las puertas de cada casa, de cada escuela y de cada facultad, sin distinguir clases sociales ni profesiones. Eso es 'Conversación en La Catedral'.

Hasta la palabra política llegó a estar si no prohibida, sí apartada, mal vista, despreciada, y es que todas las dictaduras se parecen.  

Ya estudiando Derecho en la San Marcos, Vargas Llosa y cuatro jóvenes comisionados más por los estudiantes hacen una colecta para ayudar a unos presos. El director de la cárcel les comunica que allí no entra una manta si antes no lo autoriza el director del Gobierno, Alejandro Esparza Zañartu, el segundo de Odría, un tipo gris, sacado de las provincias que se convirtió en el inquisidor, el ejecutor y el vigilante de todo el país. Allá fueron los estudiantes a pedir audiencia a Esparza Zañartu, que los recibió, sin saludo, en su despacho. Tras muchos segundos en silencio, sacó del cajón el periódico clandestino que Mario y los estudiantes imprimían en la universidad. Y "bailoteando los papeles, nos dijo: Lo sé todo, quiénes lo escribe, dónde se imprime... ¿Para esto van a la universidad? ¿Para hacer política?"

Esparza, un ser pequeño, de piel apergaminada, quien fuese después el Cayo Mierda de la novela, el rostro del poder, debió encender muchas luces en esa mente de escritor. Ahí quedó impreso. Se cumple medio siglo de la publicación de una novela que, en principio, iba a relatar el peso de ese poder en la sociedad peruana, en los personajes construidos por el escritor, pero sin sus dirigentes. Y se coló Cayo Mierda. Una vez en venta la novela, los periodistas fueron a preguntar a Esparza Zañartu. ¿La leyó? "Si Vargas Llosa hubiese venido a hablar conmigo, le habría contado historias mejores", respondió.

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