Ya no más en la piel del príncipe

feria del libro de sevilla

Almudena Grandes pronuncia un pregón inaugural en el que repasa las discriminaciones y trampas que han sufrido las autoras y cuenta cómo éstas conquistaron su propia mirada

Almudena Grandes, fotografiada ayer en la inauguración de la Feria del Libro de Sevilla.
Almudena Grandes, fotografiada ayer en la inauguración de la Feria del Libro de Sevilla. / Juan Carlos Muñoz
Braulio Ortiz

Sevilla, 04 de mayo 2018 - 08:12

Cuando Almudena Grandes se adentró en las páginas de un libro que entusiasmaba a su admirada Marguerite Yourcenar, Genji Monogatari (La historia de Genji), la creación de una dama del Japón del siglo XI, Murasaki Shikibu, descubrió con sorpresa que en "la que es considerada la primera novela de la historia" la autora asumía "el punto de vista de cualquier escritor varón" y se centraba en un príncipe y no en "su madre, su hermana, las amantes de ese hombre". Perpetuar los valores masculinos se convirtió en costumbre, no importaba quién ideara la obra literaria: desde entonces, sostiene Grandes, "hasta algunas poetas románticas como Rosalía de Castro o Carolina Coronado" lo normal es que las mujeres escribieran "desde el punto de vista de sus compañeros hombres". De ahí que la madrileña abriera ayer en la Plaza Nueva la Feria del Libro de Sevilla, una edición con clara voluntad feminista, con un pregón en el que defendió que "la verdadera conquista de la literatura escrita por mujeres" ocurrió en la segunda mitad del siglo XX, cuando las creadoras se entregan a una reivindicación de un punto de vista propio y a la demostración de que "la mirada de una autora es tan universal como la de un autor".

Ante un público multitudinario, la escritora de Malena es un nombre de tango o Los aires difíciles señaló que "a menudo se nos pregunta si la escritura tiene género", una cuestión que Grandes quiso matizar. "Creo que sí, porque el mundo no es exactamente igual cuando lo observa un hombre o cuando lo observa una mujer. Pero la escritura tiene muchos más atributos, refleja todo lo que un escritor es. No ve igual la vida una mujer que de joven hacía de angelito o de Virgen María en las funciones escolares que quien hacía de árbol; la vida tampoco es igual para una rica que para un pobre, para un alto en un país de bajos o para un bajo en un país de gente alta. Se puede hablar de literatura femeninaigual que de literatura escrita por gente sana o por hijos de familias numerosas".

Cuando eres mujer es más difícil que te pongan una calle, entrar en la Academia o lograr un premio importante"

¿Cuál es el problema de esa persistente etiqueta, literatura femenina? "Que nadie habla de literatura masculina. Y que nadie hable de ello significa que ésa es la gran tradición literaria de todos los tiempos, y aparte estamos nosotras. Y nosotras somos un género biológico, pero no somos un subgénero literario. Tenemos derecho a ser tan ambiciosas como cualquier hombre", afirmó.

Grandes llama a los libros que publicó entre 1989 y 1998, una serie que va de Las edades de Lulú a Atlas de geografía humana, "historias de las chicas de la Movida", ficciones en las que la narradora abordó "los conflictos sexuales, familiares, políticos o laborales" de las mujeres de su generación. Durante todo ese tiempo, la autora se topaba una y otra vez con vecinos y conocidos que le decían que sus novias o esposas leían sus obras, "pero yo no las leo porque son novelas de mujeres", solían comentarle. La madrileña encajaba con perplejidad esas declaraciones. ¿Por qué ella había crecido con historias de aventuras donde apenas aparecían personajes femeninos -"o libros como Moby Dick, donde la única hembra era una ballena asesina"- y al público masculino sólo le interesaban argumentos con protagonistas de su sexo? "El problema supremo es convencer a los hombres de que un libro escrito por una mujer puede contarles también su vida", opinó Grandes.

Otro desafío "que hemos tenido que superar las autoras de mi época es la tentación de la autocensura, pensar en no escribir novelas que puedan considerarse femeninas para que los críticos no nos desprecien, elegir temas prestigiosos para poder ganar premios, para parecer más serias. Como si nos dijéramos: voy a contar la historia del príncipe, no de la concubina, porque si escogemos lo primero nos va a ir mejor", argumenta Grandes. Por fortuna, la narradora ve que se ha avanzado "muchísimo, y hoy las escritoras no tienen miedo a contar "la historia de sus madres, de sus amigas, de sus hermanas". Citó algunos ejemplos al respecto, obras de mujeres jóvenes, "libros extraordinarios" como Mejor la ausencia de Edurne Portela, Terroristas modernos de Cristina Morales o La hija del comunista de Aroa Moreno. "Me he dado cuenta de que ahora las jóvenes se expresan con mayor libertad, sin necesidad de justificarse como nos ocurría a nosotras hace 30 años", celebra.

Entre las discriminaciones que siguen sufriendo las escritoras, Grandes destaca que los honores siguen reservándose a los hombres. "Si eres mujer es más difícil que te pongan una calle, entrar en la Academia o que te concedan uno de los premios gordos", lamenta. A esas alturas del pregón se recordó a Ana María Matute. "Podía optar con holgura al título de mejor narrador, en neutro, del siglo XX, pero sin embargo ella no aparece en esas listas pese a la ambición con la que sacó adelante una producción literaria extraordinaria en un mundo de hombres", expone Grandes. Tal vez como desagravio de tanta falta de miras, la autora pidió a los asistentes de la Feria del Libro que este año "den una oportunidad a las novelas que tienen una autora mujer". A esa reivindicación, con el lema de Mujeres de letras tomar, se dedica la edición de la cita.

stats