Una playlist. Memoria de lo cantado | Crítica

Un milagro en mitad de la soledad

  • El estreno de 'Una playlist. Memoria de lo cantado' en el Teatro Central durante el viernes y el sábado ha sido una firme promesa del brillante recorrido que espera a este espectáculo en el futuro

Violeta Hernández, Mercedes Bernal e Isa Ramírez

Violeta Hernández, Mercedes Bernal e Isa Ramírez / Javier Esquivias Pasolargo

Yo soy rockero por culpa de una gitanita ye-yé. La que una tarde de 1964 pasó corriendo por donde jugaba con mis amigos, gritando: los beatles, que en la tele están saliendo los beatles, para así cambiar mi vida al seguirla animado por la curiosidad y ver a aquellos cuatro melenudos cantando en la única tele del barrio de casitas bajas, que el vecino de la esquina nos dejaba ver por el precio de una pesetilla. Ella no decía los bítels, sino los be-a-tles, tal como se escribe; y su carita se me vino a la memoria en cuanto empezaron a salir en la pantalla dispuesta sobre el escenario de la sala B del Teatro Central las personas, ya con muchos años a sus espaldas, que tantas dificultades tenían para pronunciar playlist, un concepto, además, totalmente extraño para ellos.

Desde que comienza Una playlist. Memoria de lo cantado pasas por la sonrisa y la risa franca que te encienden el corazón; también por la pena, por el pellizco en el alma, en la que se te clava el puñal de los malos recuerdos que atraviesa a Mercedes Bernal cuando rememora la trágica muerte de su amigo, su alma gemela, después de compartir con ella la imagen del puente sobre el río, convertido en un camino entre la niebla del amanecer, que ellos atravesaban para venir a estudiar a Sevilla desde Los Remedios mientras yo hacía el camino inverso hacia la escuela de ingenieros técnicos.

Por eso, aunque el maravilloso trabajo de Mercedes, junto a Isa Ramírez y Violeta Hernández es una dramatización basada en lo que han aprendido de los mayores de la pantalla, que nos pasamos la vida en busca del tiempo perdido, pero las canciones permanecen a través de su paso, seguramente trasladado a vivencias propias, esta obra en realidad es un espejo que nos devuelve imágenes de nosotros mismos.

E igual que la canción Escenas olvidadas de Golpes Bajos les sirve a ellas para su catarsis sobre el escenario, todos tenemos también una que aleja nuestros fantasmas. Y la cantamos cuando es preciso. Lo refleja fielmente la última frase que dicen: cantar es un milagro en mitad de la soledad.

Raquel Madrid, Javier Centeno y la banda Raquel Madrid, Javier Centeno y la banda

Raquel Madrid, Javier Centeno y la banda / Javier Esquivias Pasolargo

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