Preparados para el Centenario Azcona
Un ciclo de 20 títulos adelanta desde diciembre los eventos en torno al centenario del nacimiento del guionista más relevante de nuestro cine.
Si hay un centenario que merece celebrarse por todo lo alto en el cine español, ese es sin duda el de Rafael Azcona (Logroño, 1926-2008, Madrid), guionista-autor por excelencia, cineasta en toda regla a pesar de no haber dirigido nunca una película, creador de universos, tramas, diálogos y personajes memorables que definen no sólo ese núcleo duro del mejor cine español hecho en los años sesenta y setenta durante las estrecheces del franquismo, sino también algunos los más estimulantes senderos de lo que habría de venir durante la Transición, los primeros años de la democracia y ese largo periodo de estabilidad industrial y éxito popular jalonado por películas premiadas con el Oscar (Belle époque) o el Goya (La lengua de las mariposas), que ganó hasta en seis ocasiones.
A los eventos oficiales, homenajes o publicaciones que vendrán en 2026 desde las instituciones pertinentes, se adelanta ya a partir del próximo diciembre la distribuidora independiente Avalon con un ciclo de veinte títulos, la mayoría de ellos convenientemente restaurados, que abarcan desde El pisito (1958, Ferreri) hasta Los girasoles ciegos (2008, Cuerda), estrenada el mismo año de su muerte, y entre los que encontraremos sus imprescindibles libretos para Berlanga, Saura, Fernán-Gómez, Trueba o Cuerda. Un ciclo que arranca en la Filmoteca de la Rioja y que recorrerá el país bajo demanda a lo largo de todo el año 2026. Cines, cineclubes y filmotecas: vayan pidiendo y reservando sus copias.
Podríamos hablar pues de un cine español pre-rafaelita, uno rafaelita y otro post-rafaelita. Aspirante a poeta de provincias en su Logroño natal, el joven escritor en ciernes cogió la maleta y se plantó en el Madrid de las tertulias literarias y los cafés en busca de cómplices del desencanto con los que compartir conversación. No tardó mucho nuestro hombre en formar parte de ese reducto de aire fresco en una atmósfera con olor a cerrado que fuera la revista satírica La Cordorniz. Allí, junto a las caricaturas de Mingote y bajo el influjo de Mihura o Gómez de la Serna, Azcona publicó sus primeras historias, por las que pululaban ya los pobres, tuertos, cojos, mancos, jorobados, desdentados o “gentes de orden y desfile” que protagonizarían El repelente niño Vicente, El pisito, Los muertos no se tocan, nene o Los europeos, textos desmitificadores y amargos, crónicas del patetismo y la risa congelada, espejos deformantes de una España silenciada por la calma del franquismo.
Azcona abandona pronto la literatura para dedicarse por completo al cine. Fascinado por el humor negro y el (sur)realismo inmobiliario de El pisito, Marco Ferreri le propone adaptarla al cine. Luego vendría El cochecito (1960), con un inolvidable Pepe Isbert empeñado en tener un motocarro de paralítico. Isbert vuelve a encarnar a un tipo netamente azconiano en El verdugo (1963), la obra maestra de Berlanga. En el horizonte, Goya, la picaresca, el sainete, el esperpento, el populismo costumbrista sometidos a una torsión de nuevo cuño que también estaba en Plácido, fiesta fúnebre y en movimiento perpetuo sobre la mezquindad y el falso espíritu navideño, retrato de una España de quintanillas y pobres in articulo mortis.
Si el Universo Azcona quedaría sobradamente delimitado con estos cuatro títulos, pronto se vieron sus derivas hacia otros derroteros. Si con el Ferreri de La gran comilona o Adiós al macho adoptaron un aire libertario y europeo que no se respiraba en la España del tardofranquismo, con el Saura metafórico de Ana y los lobos y La prima Angélica o el Esterlich de El anacoreta encontró el escritor un espacio para la experimentación narrativa, el autorretrato diferido y los desvíos que, lejos de su vertiente humorístico-realista, apuntaban hacia una forma en la que la memoria articula una revisión del pasado con la que leer las miserias del presente.
La Trilogía Nacional de Berlanga recuperaría ya en la Democracia la mala baba satírica y coral de sus primeros trabajos, esta vez para desenmascarar la estrecha moral del régimen a través de un desfile de tipos tan grotescos como reconocibles.
Instalado ya en el prestigio y el reconocimiento profesional, su presencia en el cine de los 80, 90 y primeros 2000 se alterna entre prolongaciones de su universo primigenio, del que García Sánchez será el más fiel ilustrador (La corte de Faraón, Suspiros de España…y Portugal), meticulosos trabajos de artesanía dramática (El año de las luces, Belle époque) y cuidadosas adaptaciones (Tirano Banderas, En brazos de la mujer madura, La lengua de las mariposas, La Celestina) que lo confirman como la referencia indiscutible de nuestro cine.
Siempre reacio a las apariciones públicas, en sus últimos años Azcona dejó de parecer invisible para salir ocasionalmente de la cafetería de El Corte Inglés donde le gustaba trabajar y dejarse ver, recoger premios e incluso conceder entrevistas a los medios.
Temas relacionados