Crítica de Flamenco

La primera vez

El flamenco como arte de composición en el sentido más literal del término: articular fragmentos relativamente independientes, secuencias melódicas, literarias, rítmicas, que conforman una obra mayor conservando su sentido individual. Los grandes cantaores de la historia lo hicieron, maestros de la técnica fueron Marchena, Morente o Mairena. Caballero, además, posee algo profundamente personal. Es un aroma. El olor fresco de lo recién hecho, recién tallado. Pulcro, de afinación y dicción exactas, de limpio fraseo. El de Caballero es un arte francamente comprometido porque las intenciones se muestran con total claridad: la línea melódica y la letra se entienden a la perfección. Sabemos lo que pretende y eso es muy arriesgado para la intérprete. Pero la granadina salió victoriosa de la apuesta. A todos estos elementos técnicos suma en los últimos tiempos un enorme sentido del ritmo que caracteriza también su forma de componer. Y su inquietud.

Pese a que la mayoría de los estilos que interpretó son tradicionales, en su voz y en su manera de exponerlos nos llegan como algo nuevo, recién parido. Además, en este recital se centró en estilos poco habituales en el repertorio actual como la serrana, las bamberas o las granaínas. Tampoco faltó la zambra en homenaje al Sacromonte. Y el guiño a su paisano Federico García Lorca, en el 81 aniversario de su muerte.

Sus arreglos vocales son muy novedosos pero no les van a la zaga las delicias melódicas, armónicas y rítmicas que Javier Patino compone para la guitarra. Esto se puso de manifiesto sobre todo en las Canciones populares antiguas de Lorca-La Argentinita que, pese a que las hemos escuchado en cientos de ocasiones, en la noche del pasado sábado resplandecían como la primera vez. La guasona guajira se situó en el centro de un recital que remató con el mismo estado de ánimo con el Romance de Inesilla la del Brillante.

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