Raule inyecta su molécula de la felicidad en Sevilla

El cantante jerezano hizo 'sold out' en el Cartuja Center con su gira 'Dopamina'

Raule: "Faltan canciones de amor prácticamente todos los días"

Imagen de archivo de un concierto del artista jerezano Raule.
Imagen de archivo de un concierto del artista jerezano Raule. / Jesús Cuevas

"Nos esperamos aquí para no perdernos, que somos muchos". Esta frase de una de las asistentes al multitudinario concierto que ofreció Raule anoche en el Cartuja Center podría resumir la esencia de la cita. La joven esperaba en el hall del espacio al resto de su grupo -Komando Kanalla en la jerga del jerezano- pocos minutos antes de que arrancara el espectáculo. Fuera, cervezas, risas y canciones espontáneas. Dentro, la pista convertida en un hervidero en el que -literalmente- no cabía un alfiler.

El reto de llenar el tendido era mayúsculo. Noche en Blanco en un Casco Antiguo abierto hasta el anochecer con grupos de turistas y propios haciendo las rutas más variopintas: sobre las joyas del barroco, sobre las vidas y obras de grandes literatos hispalenses y sobre los espíritus que se empeñan en no abandonar las suntuosas calles de la ciudad, entre otras muchísimas actividades. En Triana, la Esperanza daba el primer paso de su misión al Polígono Sur con un arrabal encendido. Y en la Cartuja, entre el techno y las competiciones de hamburguesas, 7.000 almas cantaron por bulerías al amor, al desamor, a la rabia, a la euforia y a la amistad. 7.000 almas buscando a la desesperada una buena dosis de esa molécula de la felicidad que lleva por nombre -Dopamina- la gira del intérprete.

Una hora y media. No fue necesario más tiempo. Tampoco hicieron falta fuegos artificiales ni grandes ornamentos. Un puñado de canciones hiladas con arreglos que, por momentos, transportaban a los presentes al "Annie, are you ok?" de Michael Jackson y al "Si hace sol, se tira de la cama / Y por el ascensor, las nubes se levantan" de Extremoduro. ¿Para qué más? Y así arrancó con Furia y humo, una clara declaración para los que se alegran del fracaso ajeno. Y siguió hilando con Zurdo, con La depuradora hasta llegar a Niño Salvaje. Cuatro temas y los más rezagados tenían que conformarse con ver al jerezano desde la puerta.

"Sevilla me sigue poniendo nervioso, va a ser mi segunda casa para toda la vida". Fueron las primeras palabras que gritó a un público de mecha corta en lo que a ganas de pasarlo bien se refiere. Sin echar el freno pasó por Perpetuo aprendiz -"para todos los soñadores y emprendedores", por AVI -"esta es la canción que más me ha costado escribir en la vida"- y por Yo quiero una vida contigo. Temas conocidos y coreados con euforia. Público en el bolsillo sin problemas. Y si quedaba algún escéptico, terminó entrando en el bote con la aparición de la bailaora gaditana María Moreno sobre el escenario para poner coreografía a La habitación prohibida.

La artillería pesada se quedó para el final. El romanticismo de Como no te voy a querer, Cruje la cama y Ninfómano dio paso a una de las más esperadas: Colegas antibalas, esa oda -cantada a dúo junto con la sevillana Marta Santos- a los camaradas que no necesitan palabras para reconocer tu estado anímico. Como en el momento álgido de una buena borrachera, se desataron los abrazos, los brindis y los "hoy por ti, mañana por mí" que no necesitan pronunciarse en voz alta.

Y, siguiendo con esta idea fraternal, el concierto llegó a su fin con Komando Kanalla. Lluvia de confetis y conatos de pogos al grito de "Una buena juntera / los problemas te curan". Porque en tiempos de crispación, quizás, la vida se trate de eso. De pegarte mucho a quién te hace bien para sanar el dolor y para compartir los triunfos. De viajar hasta el fin del mundo junto a los tuyos buscando, de cuando en cuando, una cerveza, un papelón de chicharrones y esa dosis de dopamina que nos haga sentir invencibles.

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