El perfume, la sombra y el vértigo

El programa proponía un contraste radical entre dos mundos estéticos casi opuestos: el Concierto andaluz de Joaquín Rodrigo, neoclasicismo más bien superficial y decorativo, y la Segunda sinfonía de Rajmáninov, romanticismo sanguíneo. Ligereza frente a densidad, perfume frente a sombra, liviana evocación frente a trance expresivo. La obra de Rodrigo, de factura pulida, fácil melodía y armonía primaria, ofrece estampas amables del folclore andaluz, organizadas en tres movimientos tan sencillos como inanes. Ráth supo subrayar esa ligereza con una orquesta de dinámicas siempre medidas, sin excesos ni contrastes artificiales, y el Cuarteto de Guitarras de Andalucía logró una impecable limpieza de trazo y resaltó en lo que pudo el juego rítmico de la partitura.

Muy distinta fue la aproximación a la monumental sinfonía de Rajmáninov, en la que se impuso la densidad tímbrica, la pasión arrebatada y una construcción ejemplar de los clímax, desde un trabajo depuradísimo de las dinámicas y una más que transparente trama de texturas. El maestro húngaro supo conducir con pulso firme una arquitectura sonora que se movió desde la penumbra inicial al estallido de luz final, y que alcanzó en el Adagio, sombrío, su momento de vértigo emocional extremo, de tensiones que necesitaron todo el Allegro final para aliviarse.