La tierra de Las Migas

Producido por el sevillano Raúl Rodríguez, el segundo disco del cuarteto surgido en Barcelona hace un lustro sigue la línea de su primera y brillante entrega.

Una imagen promocional con la nueva formación del grupo Las Migas.
Una imagen promocional con la nueva formación del grupo Las Migas.
Juan Vergillos

26 de agosto 2012 - 05:00

Nosotras somos. Las Migas. Producido por Raúl Rodríguez. Chasapik.

Después de un brillante primer disco, Reinas del matute, uno de los debuts más resonantes de la música hispana contemporánea, Silvia Pérez Cruz, a la sazón cantante de Las Migas, decide apostar por su carrera en solitario y el grupo recluta a una nueva vocalista, Alba Carmona. Desde entonces Pérez Cruz ha publicado dos discos, uno firmado a medias con Javier Colina y otro compuesto, producido e interpretado casi en exclusiva por la propia cantante. Las Migas sigue siendo un proyecto colectivo, de diálogo, de acercamiento y crecimiento en el otro y por el otro. Alba Carmona no es una voz tan delicada como Pérez Cruz, ni mucho menos almibarada como ella: aunque sea capaz de evocar ternura, es más flamenca. Temperamental. Más tierra, en fin. No obstante el cambio en la formación, la fórmula de este segundo disco de Las Migas sigue siendo la misma: buenas composiciones y brillantes arreglos instrumentales, pues ese es uno de los valores principales del grupo, el violín de Lisa Bause y las guitarras de formación clásica de Marta Robles e Isabelle Laudenbach. O lo que es lo mismo: una catalana, una sevillana, una alemana y una francesa.

La base de su éxito son los brillantes arreglos armónicos de las dos guitarras de Robles y Laudenbach, la contundencia de la formación, a la que Bause añade la fantasía melódica. La producción, que ha consistido, con buen criterio, en un trabajo de pulido y repulido, corre a cargo de otro sevillano, Raúl Rodríguez, que se ha convertido en la quinta (a)miga. Caminito de tus brazos es una brillante guajira rural (esta vez sí). Dimeque sí es un poema de Rafael Alberti, que repite en este segundo disco como poeta de Las Migas, una vitalista declaración de amor y un estribillo pegadizo, de nuevo con acentos antillanos. Sentida canción es un poema de despedida de Henry Martínez, ligeramente pedante, intimista y con unos potentes riffs, donde no falta, claro, el valsecito americano que articula toda esta obra. La Guitarrina son unos tangos del Titi de Triana cuyos tonos menores se hacen aquí solemnes. Una nueva descarga de vitalismo. Incluye los pies de la propia Alba Carmona, una artista polivalente. Zambra se abre con un ejercicio de virtuosismo sereno de Lisa Bause para seguir por tonás de Chacón a la manera caracolera como preludio al Carcelero, carcelero popularizado por el genial cantaor sevillano. La pieza es en toda su extensión un mano a mano entre Alba Carmona, que demuestra la flamencura de su estilo, y Lisa Bause. La lluna es una canción de Joan Manuel Serrat con unos impresionantes arreglos instrumentales y vocales. Larga vida al loco es otra canción sentimental de despedida a ritmo, esta vez, de bulería lenta, donde sobre la hipnótica danza de la amalgama, Las Migas despliegan esa música progresiva flamenca que también es parte de su identidad. Me mueve el aire es una descarga neohippie en forma de copla rumbera, el Volando voy de Las Migas. Soñé es una liviana por pasodoble, ¡verla ahí!, que se acaba adentrando por los callejones del tango porteño.

Un nuevo ramillete de música popular estilizada donde, sobre la base de lo jondo, suenan aires de muchas de las geografías musicales populares hispanas, desde el Empordà hasta el Caribe, pasando por los ríos de la Plata y Guadalquivir. Y todo con una brillante envoltura de elegancia, sutileza y naturalidad. La difícil naturalidad. Las Migas saben más a tierra, sin dejar de ser unos cielos. Un grupo necesario, en el que el flamenco se hace contemporáneo, cosmopolita y adulto. Oficio, madurez, naturalidad. Imaginación. Ganas de divertirse. La difícil, también, adultez, la necesidad de aprender idiomas para acercarse al otro, para comprender al otro, y para darle lo nuestro al otro. En nuestro tiempo existe todavía una forma de hacer flamenco en una burbuja. Es esa que está empeñada en no salir del triángulo, que sigue presa de las formas de producción caciquiles del pasado reciente. Las Migas proponen flamenco contemporáneo manufacturado en Barcelona, grabado en Madrid y abierto al planeta. Triana siempre fue cosmopolita: uno de sus más ilustres ciudadanos, Pepe de la Matrona, se trajo en 1914 de La Habana unas rumbitas campesinas imperecederas. Pues esto es lo mismo, sólo que por Iberia.

Este disco crece con cada escucha, lo que da fe de la calidad de sus arreglos.

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