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Till, el crimen que lo cambió todo | Crítica

Plano retrato de una mujer extraordinaria

Danielle Deadwyler y Jalyn Hall, en 'Till'.

Danielle Deadwyler y Jalyn Hall, en 'Till'. / D. S.

Emmett Till, un adolescente afroamericano de 14 años residente en Chicago, fue torturado y asesinado el 28 de agosto de 1955 en Money, Misisipi, donde estaba visitando a unos primos. Su error fue dejar Chicago, donde pese a existir problemas de segregación racial se habían superado los estadios más bárbaros del más salvaje y asesino racismo aún vigentes en el sur. Su desgracia fue ser acusado de piropear a una joven blanca, extremo años después desmentido por ella, lo que sus familiares consideraron motivo suficiente para secuestrarlo, torturarlo, dispararle en la cabeza y arrojarlo a un río. Cuando su madre, Mamie Till, clamando "el mundo entero tiene que ver lo que han hecho a mi hijo", decidió que, en el velatorio, celebrado en Chicago, el ataúd permaneciera abierto, el caso adquirió notoriedad nacional e internacional.

Más de 50.000 personas desfilaron ante él y algunos medios lo reprodujeron. El estado del cuerpo del adolescente conmocionó al país. Además de ser una de las fuentes de inspiración de Matar a un ruiseñor, el bestial asesinato del adolescente, junto a la heroica actitud de Rosa Parks en diciembre de ese mismo año originando el boicot de autobuses de Montgomery, fue el definitivo punto de arranque de la lucha por los derechos civiles. Tras la absolución de los asesinos la madre, Mamie Till, dedicó el resto de su vida a la defensa de los derechos civiles desde la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP) y a la lucha contra la marginación a través de la educación, trabajando en el sistema de enseñanza pública de Chicago. Poco antes de morir en 2003 escribió sus memorias ayudada por Christopher Benson: Death of Innocence: The Story of the Hate Crime that Changed America. En él, y en la obra teatral El rostro de Emmetl Till que Mamie Till escribió y representó como proyecto educativo para centros escolares, se basa esta película.

Su principal valor es dar divulgación internacional a la lucha de esta madre para encontrar justicia y su importancia en la historia de la lucha por los derechos civiles. La figura de Mamie Till, aun siendo fundamental, es menos conocida que la de Rosa Parks. Su dolor, su dignidad, su coraje y hasta las infamias de las campañas de los segregacionistas que tuvo que soportar, merecían que esta película divulgara su lucha que el año pasado fue reconocida con la Medalla de Oro del Congreso a título póstumo.

La dirige con corrección quizás deliberada Chinonye Chukwu, realizadora estadounidense de origen nigeriano que alcanzó notoriedad con Clemency, un alegato contra la pena de muerte. Escribo que quizás esa corrección sea deliberada para explicar la cortedad en la dirección como una voluntad de no interponerse entre la historia, el personaje y el público. Esta es una apreciación subjetiva, por supuesto, basada en la fuerza y hasta la rabia que una directora afroamericana debería demostrar al abordar esta historia.

La otra opción sería atribuir las debilidades, cortedades y convencionalismos de la película -desde su carácter plano y el desequilibrio entre distanciamiento y efecto melodramático reforzado por el uso abusivo de la música demasiado bonita del compositor polaco afincado en Los Angeles Abel Korceniowski- a las limitaciones de su directora. Prefiero quedarme con la importancia de divulgar esta historia entre quienes la desconozcan y en el muy buen retrato de la protagonista gracias a la poderosa interpretación de Danielle Deadwyler. Es uno de esos casos en los que vale la pena verla por lo que cuenta más que por cómo lo hace.

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