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La voz del bronce frente al olvido

  • Santa Clara acoge una retrospectiva de Julio López Hernández en la que destaca la estatua que dedica a Machado y que se instalará en el exterior del Palacio de las Dueñas tras la exposición.

En una de las creaciones más reconocibles de Julio López Hernández, la estatua de Federico García Lorca que se ubica frente al Teatro Español, en la madrileña Plaza de Santa Ana, el granadino sostiene una alondra, un pájaro que en la imaginación del artista volaba para recoger el canto de la humanidad y volvía a las manos del poeta para transmitirle esa musicalidad que contenía el murmullo secreto de la vida. A lo largo de toda su producción, de un modo u otro, López Hernández (Madrid 1930) ha querido invocar, aseguraba ayer, "los espíritus esquivos de la poesía" y su "sorda victoria sobre los poderes de la muerte". La exposición Todas las circunstancias son el marco, que se programa hasta el 20 de julio en el Espacio Santa Clara, deja testimonio de esa sensibilidad del máximo representante de la escultura realista que tenemos en España, como resaltó el alcalde Juan Ignacio Zoido: el título, tomado de uno de los dibujos que se exhiben, procede de un verso de Emily Dickinson, y el recorrido de la propuesta, una selección de algunos de los trabajos más destacados de su carrera, culmina en la estatua que el escultor dedicó a Antonio Machado tras un encargo que le hizo en 1991 el Ayuntamiento de Sevilla y que, tras su presentación a los visitantes en Santa Clara, se instalará -aún no hay fecha concreta para ello- en el exterior del Palacio de las Dueñas.

Zoido explicó que había sido "un amigo común" del alcalde y del artista, el pintor Antonio López, el que había sugerido la recuperación de este proyecto impulsado por Jesús Aguirre, que deseaba que la ciudad saldara su deuda con uno de sus hijos más memorables. A partir de ahora, cerca del inmueble donde vivió Antonio Machado le recordará una composición formada por dos piezas: un relieve que reproduce el conocido retrato que Alfonso tomó del poeta en 1934 en el Café de las Salesas, que se completa con el perfil de los álamos y una joven que porta un libro y se abstrae en sus reflexiones, y una escultura aparte donde esa lectora "se traslada al presente, se hace cuerpo". En esa estatua, la muchacha tiene la cabeza sin concluir, pero en un pupitre se refleja la silueta en su totalidad, como si esa figura se completara con la lectura y los sueños a los que se entrega. "Soy un figurativo con un meollo complicado, siempre estoy buscando la trascendencia y sus significados", admite el creador.

Más allá del interés que despierta el homenaje a Machado, Todas las circunstancias son el marco supone una oportunidad para acercarse al universo sobrio y sentido de Julio López. Entre los esbozos y las muestras de su trayectoria se pueden ver la ya citada estatua de Lorca, los relieves de los Premios Cervantes que adornan la Universidad de Alcalá de Henares, la impresionante imagen de Un pintor para El Prado que dialoga con la madrileña iglesia de los Jerónimos o una talla de Julián Besteiro encargada por el Ayuntamiento de Carmona pero pendiente también de encontrar un destino. La extraodinaria humanidad que sabe impregnar a sus modelados se aprecia en la discreta y conmovedora escena en la que López inmortaliza, en la puerta de su comercio, a la viuda del colchonero "que veía todos los días, titubeante y avejentada, cuando iba camino de mi estudio".

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