LA DOLOROSA | CRÍTICA

La fuerza de la melodía de José Serrano

Escena del claustro de 'La Dolorosa'.

Escena del claustro de 'La Dolorosa'. / Manuel Cuadrado

Desde su estreno en 1930, La Dolorosa es una de las zarzuelas más populares y, sin duda, la más conocida de su autor, el valenciano José Serrano. Autor, por cierto, de la ópera La venta de los gatos, con libreto de los Álvarez Quintero sobre la conocida leyenda becqueriana. Más “sevillana” imposible. Ahí lo dejo por si alguien se anima con ella.

Con una producción resultona y eficaz en lo teatral, con algún cuadro, como el del claustro del convento, bastante logrado en lo escenográfico, el apartado escénico estuvo al buen nivel que esta compañía acostumbra a ofrecer, con una dirección de escena ágil y rica en gags. Y con la colaboración de esos estupendos actores y actrices que son Alejandro Rull (un cómico que nunca falla), Mario Coello, Lorena Ávila y Marta García Morales, acompañada esta última por una muy buena voz.

Elena Martínez se conoce al dedillo los secretos de la estructura musical de la Zarzuela, algo esencial para sacar adelante momentos de orquestación muy densa (metales) que pueden tapar las voces y bascular el sonido orquestal hacia uno más bandístico, máxime en esta zarzuela concreta. Pero su gesto claro y su sentido del equilibrio le permitió llevar con pulso la representación.

Siendo como es La Dolorosa una zarzuela “de tenor” fue una pena no contar con una mejor voz para ella. A Florido le costó mucho emitir un sonido aceptable, con una emisión estrangulada y muy vibrada. Todo lo contrario que la espléndida Naranjo, de voz ancha, bien proyectada, con centro y graves carnosos. Bien, como habitual, Merino, con su bello color y su buen fraseo. Y sigue sorprendiendo la calidad del coro.

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