Un libro recorre la vida del pintor Francisco Pérez de Pineda
Batalla
Si alguien tenía ganas de probar migas en Zaragoza se lo va a pensar. La imagen que han dado los cuatro participantes en Batalla de restaurantes de La Sexta hace salir corriendo sobre el nivel culinario y la amabilidad de los hosteleros. Ha sido un despropósito de programa a lo largo de la hora en la que han convivido cuatro responsables de sendos locales de nivel medio que se han enzarzado en reproches sobre la calidad de los rivales.
Se ha llegado al insulto, al mal gusto (“esto es una mierda”) y a las amenazas personales. En las puntuaciones los ceros patateros han rodado por los papeles y las notas no han pasado del 3, algo impensable en condiciones normales en este formato
El propio Chicote, que le encanta azuzar, en esta ocasión se puso de perfil todo el tiempo, sin dar crédito a lo que estaba viviendo y eso que el de Pesadilla está acostumbrado a broncas, desdenes y desafíos a la cara por su veterano espacio de chapuceros. El chef debió lamentar de forma serena en su valoración final lo que ha sido “una vergüenza, una falta de respeto” para la profesión, para el gremio en general, sintiéndose “decepcionado”.
Se fueron amontonando los rencores y la relación entre los cuatro participantes ha rozado la agresión. Un asunto son los conflictos y rencillas que pueden latir en una competición que tiene su punto subjetivo y otra la batalla real que llega a incomodar al propio espectador, como ha pasado en este jueves. Llegaron a echarse en cara graves enfermedades.
Las migas, un plato de lo más humilde, sabroso y sencillo (por tanto, delicado para hacerlo bien) era el eje para que se disputaran los 10.000 euros, un premio que aun así no es nada del otro mundo como para emborronar la imagen de una ciudad. Ninguno de los cuatro participantes estuvo a la altura aunque el programa se preste al pique y a la competitividad. La imagen personal y colectiva no puede ver arrasada por un espectáculo mal entendido.
También te puede interesar
Lo último