Calle Rioja

Francisco Correal

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Cabañuelas de agosto en Villa Alegría

Unos falangistas se llevaron a su padre, el notario Blas Infante, cuando celebraba su santo. Dos días después cumplió seis años. Una semana más tarde, era fusilado en la carretera de Carmona

Cabañuelas de agosto en Villa Alegría

Cabañuelas de agosto en Villa Alegría

Mi amigo Fernando Gabardón siempre lleva un libro entre manos. El otro día nos saludamos y llevaba un ejemplar de Luz de agosto de Faulkner. Hicimos unas bromas a cuenta de la anécdota del plagiario de Faulkner que José Luis Cuerda introduce en su película ‘Amanece que no es poco’. Luz de agosto. Este año se cumplen 75 años del Nobel de Literatura para el escritor norteamericano.

A María de los Ángeles Infante (1930-2024) la marcaron los acontecimientos vividos en aquel mes de agosto de 1936. Contraluces de agosto. El 2 de agosto, día de la festividad de los Ángeles, mientras celebraba con unos amiguitos su onomástica, unos falangistas se llevaban de mala manera a su padre, el notario Blas Infante Pérez (1885-1936), de la casa familiar de Villa Alegría, en el límite entre los municipios de La Puebla del Río y Coria del Río. En este último ejercía su trabajo de notario. El 4 de agosto de 1936, María de los Ángeles cumplía seis años. El último cumpleaños antes de ser huérfana de padre. El 10 de agosto de ese año, en el kilómetro 4 de la Carretera de Carmona, el notario Blas Infante era fusilado junto a Rafael Barbero, Manuel Barrios Jiménez, Fermín de Zayas y José González Fernández de la Bandera, un extremeño que fue alcalde de Sevilla.

María de los Ángeles era la segunda de los cuatro hijos de Blas Infante Pérez y Angustias García Parias, que se casaron en la localidad sevillana de Peñaflor, última parada ferroviaria del tren de Cercanías que llega hasta Palma del Río. Antes había nacido Luisa, la última inquilina de Villa Alegría. Y después, Luis Blas, que murió como emigrante en Holanda, donde trabajó de camarero, y Alegría, que todavía vive en Lora del Río, localidad donde también para ese ferrocarril y donde todavía sigue encendida la mecha del andalucismo fundacional.

En todos los periódicos en los que he trabajado desde julio de 1977 hasta la fecha he contado hermosas y también tristes historias que alguna vez me contó María de los Ángeles Infante. Por consenso político, su padre ya figura en el Estatuto de Autonomía como Padre de la Patria Andaluza. Por una extrapolación rayana en un silogismo en bárbara, María de los Ángeles sería Hermana de la Patria, que suena a congregación de religiosas de hábito blanco y verde. Una analogía que siendo forzada evoca la relación del notario con unas monjitas de un convento entre Bormujos y Bollullos de la Mitación para salvar de los iconoclastas una imagen del Niño Jesús que acabó misteriosamente en un punto del Sudeste Asiático.

Hermana de la Patria. Estas mujeres, las hijas de Blas Infante (el varón se fue muy joven y no llegué a conocerlo) nunca se tomaron esa condición como un salvoconducto de ningún tipo de prebendas o privilegios. Al contrario. Sin dejar de abundar en el papel pionero de su padre, que lo pagó con su propia vida, siempre pasaron sin hacer ruido, sin atizar las pompas de la Historia o convertir en regalías la circunstancia personal de su ascendencia genética. ¿De cuándo es un privilegio que te rapten a tu padre el día de tu santo para que lo asesinen una semana después de tu cumpleaños?

Casi medio siglo después de vivir y trabajar en esta tierra, los que me conocen saben que nunca he dejado de sentirme un manchego en Sevilla. Hice una familia andaluza por sevillana: dos hijas y un hijo. Me faltó la Alegría, que me sobra por otra parte, para imitar al autor de El Ideal Andaluz. Escéptico con las identidades, ser de la Mancha imprime ese carácter, siempre me he sentido más andalucista que andaluz. Eso al menos me dijo Emilio Lemos Ortega en la dedicatoria de su libro Carta de un ciudadano a la conciencia de los intelectuales, un volumen para ensalzar las virtudes de la filosofía de Henry George en el que me escribió: “Para el dinámico y estupendo periodista Francisco Correal en premio a su labor andalucista”. Con su firma y la fecha, 14 de agosto de 1979. Luz de Agosto. Yo tenía 22 años recién cumplidos y después de terminar el servicio militar entre Cáceres y un cuartel del paseo de la Castellana había vuelto a Sevilla, a la ciudad donde dos años antes vine para hacer prácticas en El Correo de Andalucía.

Cuarenta y cinco años después de aquella hermosa dedicatoria de don Emilio Lemos, que entonces vivía en la calle Ortiz de Zúñiga y ahora tiene una populosa avenida con su nombre en Sevilla Este, he de reconocer que ese andalucismo que me atribuye, hijo o sobrino de aquellos tiempos, le debe mucho a personas como María de los Ángeles Infante, la madre de Alejandro y Javier Delmás, hijos de la Patria en tanto que nietos del Padre de la misma según el Estatuto, madre también de una hija a la que perdió en 2007.

Cuando Emilio Lemos Ortega me dedica su libro llevaba cuatro meses como alcalde de Sevilla el andalucista Luis Uruñuela, el abogado que se había casado por poderes representando a su amigo Felipe González Márquez. Mis hijas Andrea y Carmen nacen siendo alcalde Alejandro Rojas-Marcos. El andalucismo prácticamente ha desaparecido de las instituciones, pero sigue vivo en los corazones. Lo puedo demostrar gráficamente. Blas Infante, una década más joven que los Machado, dos años mayor que Ramón Carande, notario a mitad de camino entre el 98 y el 27, compuso la letra del himno de Andalucía. Hace unos días, repasando en la Hemeroteca Municipal mi primera Semana Santa de Sevilla, la de 1980, leí que el 23 de marzo de ese año, en el teatro Lope de Vega, pronunció el pregón Miguel Muruve. Se estrenó como delegado de Fiestas el andalucista de Archidona José Luis Ortiz Nuevo. Hubo división de opiniones cuando habló de Jesucristo como “un peligroso social” pero especialmente después de que la Banda Municipal interpretara el Himno de Andalucía. Cuarenta y cinco Semanas después, presenté en el Ateneo, institución a la que tan ligado estuvo Blas Infante, al psiquiatra Ulises Bidón antes de que éste hiciera una exaltación de la Semana Santa. El acto lo organizaba el Colegio de Agentes Comerciales. Terminó con la interpretación del himno nacional y el himno de Andalucía, con el auditorio en pie. Hasta las mujeres de los Agentes Comerciales se sabían la letra de memoria. La semilla de Blas Infante, ese mapa de Andalucía en su expediente de mártir laico: cuna en Casares (Málaga), boda en Peñaflor, notario en Cantillana y en Isla Cristina (Huelva), destino final en Coria del Río. En Villa Alegría. La historia del andalucismo la ha recogido José Luis Villar en un libro que presentará en los Pinelo el próximo 24 de abril.

El Estatuto que proclama a Blas Infante como padre de la Patria Andaluza lo redactaron siete ponentes de varios partidos en el parador de Carmona, el mismo topónimo del punto kilométrico de su Gólgota particular. El municipio en cuya cárcel murió Julián Besteiro. Otro hombre bueno que presidió las Cortes y fue profesor de Derecho del cardenal Bueno Monreal. Nunca olvidaré la sonrisa de María de los Ángeles, que se llamaba como la Virgen titular de los Negritos, comunidad unida a algunos de los iconos de su hijo Alejandro: Carl Lewis, Michael Jordan. Carlos Cano y Antonio Burgos le prepararán en el cielo, uno de los sinónimos más redondos de Andalucía, su Blanca y Verde. Niña de las Cabañuelas de Agosto.

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