Análisis

PEPE MONFORTE

Pregón relleno de joaquín sabina

Dicen que desde que el alcalde de Cádiz, José María González, le pidió que fuera pregonero del Carnaval, Joaquín Sabina se pasea por la Alameda a las tres de la madrugá con un papel de estraza gigante del que se utiliza para envolver el pescao del freidor, a modo de capa pluvial que lo proteja del relente, como las tajás de pescada se protegen con el papel del aceite sobrante.

Sabina, con un gorro de erizos y un pircing de coñetas, se pasea por el interior de la Bahía buscando la receta perfecta para su pregón. Quiere ponerle camarones vivos, de esos que saltan rebeldes entre la harina de garbanzos y el perejil que regala el frutero. Ha contratado a un chicuco del freidor para que le una clase magistral de enhariná pescao y el manejo de la paleta de servir chocos fritos, un arte que sólo dominan un grupo de privilegiados, más de élite que los ingenieros de la Nasa.

Joaquín Sabina quiere enhariná chocos fritos en lo alto del escenario de la plaza de San Antonio. Quiere que detrás del escenario, en vez de la luna, se le aparezca una tortillita de camarones con luces verdes perejil y blanco cebolleta, que es más que blanco roto, blanco picaito. Joaquín Sabina quiere emerger de una palangana de papas aliñás. Quiere aparecer cantando alegrías de voz rota como la Venus del Nilo, pero en versión papa de Sanlúcar, apareciendo desde un lebrillo gigante con olorcito a vinagre de Jerez.

El poeta metido a músico quiere que lo coronen con melva en aceite de Tarifa, que le hagan un chaleco de mojama de Barbate y una camisa a juego con chicharrones finitos de Chiclana. Joaquín Sabina quiere cantarle al Levante, y levantá los bellos de los presentes guisándoles al anochecer un lebrillo de atún encebollao, encebollao en colorao, como manda la Santa Biblia del Atún de Barbate (versión marea alta).

Dicen que un coro de pijotas y acedías ensaya desde este fin de semana en la lonja de Bonanza de Sanlúcar, para acompañarle en el pregón. Se rumorea que Sabina se ha tatuado en el brazo un dobladillo de melva de la Punta San Felipe y que juró mirando para el faro de las Puerca que siempre lo pediría con doble de mayonesa. Dicen que el pregón olerá a papa en amarillo, que sabrá a puchero de gallina vieja, que te crujirá como sólo lo saben hacer la buenas frituras de boquerones y te dejará el alma más a gusto que un menudo en un día con hambre.

Sabina quiere que esa noche Cádiz sepa a tocino de cielo...y se ve que lo conseguirá.

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