La corrupción trae más que costes políticos
Alcaraz y su genio humano crean fanáticos internacionales
Los españoles que nos desvivimos por un compatriota representándonos en cualquiera de esas citas del deporte mundial que abren telediarios no somos conscientes de la enorme fortuna que se ha posado sobre nosotros. Porque si era casi inconcebible por disparatado que un español forjara una de las grandes gestas de la historia del deporte mundial en París, como inmortaliza ese elegante azulejo con el 14 incrustado en la tierra batida de la Philippe Chatrier, más retorcido aún es que un chico murciano haya tomado con descaro el relevo del glorioso Rafa Nadal y grite con el puño cerrado el mismo “¡Vamos!” al cielo parisino. Con 22 años, un mes y tres días conquistó el manacorí su primer Wimbledon, que supuso también su quinto torneo de Grand Slam, en el considerado como el partido del siglo. Sí, aquella sublimación del tenis sin fin con Roger Federer preguntándose en qué falló.
Y con 22 años, un mes y tres meses salió también victorioso Alcaraz de un partido grandioso, sublime, que bien podría reclamar esa condición tan grandilocuente de partido del siglo.
A la final de Roland Garros no le faltó ni le sobró nada. Por tener, tuvo hasta detalles de deportividad por parte y parte adjudicando al rival un punto que los jueces le negaron inicialmente. Esas versallescas maneras del tenis que alguno de la grada se empeña en poner en entredicho.
Nadal hizo sonar el himno español catorce veces mientras abrazaba la Copa de los Mosqueteros. Algo sin sentido ninguno. Como tampoco tuvo sentido que Alcaraz ganara la final tras remontarle las dos mangas iniciales al número 1 del mundo, que no había cedido un solo set en el torneo. Y que salvara tres bolas de partido ante un chico que a veces parece inhumano no sólo por la perfección de su juego, sino también por su frialdad. Todo lo contrario que nuestro héroe, que es genio, sí, pero también pasión contagiosa. Por eso su conexión con el público internacional es mayor que la de Nadal, incluso fanática. Sólo había que ver a Spike Lee en la grada.
También te puede interesar