
La ventana
Luis Carlos Peris
Aquel helado de Federico
Movimientos migratorios tan acentuados que hasta provocan una considerable alteración de los ritmos y también de las costumbres. Cuando entonces, así que llegaban estos días vesperales del verano la ciudad se vaciaba en cuanto aparecía el deseado fin de semana. Una gran parte de la ciudadanía cogía puerta el viernes y así se quedaba la ciudad como en una especie de cuarto de cabales. Se paseaba por ella en un ejercicio entrañable donde reinaba el silencio y con circuitos urbanos absolutamente desiertos. Nada de eso se da hogaño, pues la migración se viene arriba y aunque sale mucha gente rumbo a playas o campo, ipso facto son sustituidas por ese personal que con sus maletas rodantes componen la banda sonora de la ciudad. Ya, ya sé que no debe uno despotricar del turismo, esa inyección económica que ayuda a mantener las constantes vitales, pero perdone si les digo que se siente añoranza de aquellos fines de semana estivales en que la ciudad era maravillosamente transitable.
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