La ventana
Luis Carlos Peris
El Rey, en su rol de oasis
Detalles que te reactivan una sesera añorante de neuronas y es que viendo cómo la arboleda de la Gavidia no era algo inanimado, cómo las ramas rilaban por una brisa indudablemente fresca, se nos venían a la memoria aquellas incursiones por el verano norteño. Riazor, Samil, Bueu, San Lorenzo, Ribadesella, Llanes, El Sardinero o La Concha como recuerdos de unos veranos de temperatura confort y con ninguna necesidad de combatir la calor con el baño. Recuerdos de atardecidas con jersey sobre los hombros, o bien ajustado, que se nos venían antier noche en cualquier lugar bajo el cobijo de una fronda que no era la inmóvil de esas noches en que el calor se convierte inmisericordemente en la calor. Fantástica tregua térmica que no sé cuánto durará, seguro que no mucho, y que nos reconciliaba con la delicia de aquel agosto sevillano de calles desiertas y veladores esperando nuestra llegada sin necesidad de listas de espera. Enorme agosto en Sevilla y recuerdos que te reconcilian con la vida misma.
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