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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Diez negritas.

Diez negritas.

La misma semana en que el caos se convirtió en la palabra clave de la política española, fallecía el padre de la Teoría del Caos. Parece una ironía del destino; como si al propio Robert May, a quien siempre le interesó la política como sistema caótico, le hubiera resultado ya excesivo el debate español, que esta semana pivotaba entre "estado de alarma o caos" desde Moncloa frente a "el caos eres tú" contra Moncloa. Todo muy lógico, con 25.000 muertos de cuerpo presente. Naturalmente, unos y otros están persuadidos de que el otro es culpable, y sólo cabe decir que ninguno de ellos está equivocado. Parecen no haber entendido todavía que el caos es la suma de todos ellos.

En la política andaluza, en cambio, las cosas han continuado más tranquilas: Juanma Moreno en tono institucional, Susana Díaz en tono institucional, Elías Bendodo en un segundo plano... y Juan Marín repartiendo porrazos. Una semana más.

Bueno, Bendodo recuperó brío calificando de "atraco" el reparto de fondos que altera lo negociado y perjudica a la comunidad. Parecía recuperar su tribuna de los truenos pero, en cuestión de horas, Marín elevó la apuesta como si quisiera dejar claro que aquí el nuevo sheriff es él, y describió detenidamente el robo atribuido a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero: "Ni ella conoce la regla de tres que ha puesto en marcha (…) una regla hecha para que los tres o cuatro amiguetes que tienen que seguir manteniendo a Pedro Sánchez en el Gobierno". Y así, de zasca en zasca a garrotazos, hasta concluir "siempre maltrata a Andalucía". La ministra de Hacienda se ha convertido en diana favorita desde San Telmo. Uno se imagina a Susana Díaz acariciando un gatito en su casa de Triana mientras ve las noticias.

Desde Hacienda advirtieron que habrá mil millones de fondos Feder; pero San Telmo, a estas alturas, ya ha visto el filón el recurso de elevar las confrontaciones como ataque contra Andalucía, según el archiacreditado modelo catalán para exprimir el agravio. El argumentario oficial es, por demás, sencillo: si a los andaluces se les escamotean fondos que les corresponden, se está agrediendo a los andaluces. De eso va a haber mucho más en las próximas semanas y meses, entre la debilidad política y el cataclismo económico; y de momento el sector turístico ya tiene bajo la lupa un pacto con Canarias para obtener el voto de CC en el Congreso.

Por demás, en la polémica de la financiación resulta asombroso que el PSOE haya optado por la fórmula del avestruz al ver escamoteado el modelo por el que viene peleando desde hace décadas: cómputos por población. O no tan asombroso. La debilidad del susanismo frente al sanchismo es la hipótesis más verosímil, pero expone a la ex presidenta a un flanco realmente débil. Uno se imagina a Marín en el Parlamento andaluz usando un viejo truco retórico de su partido ante sus señorías calladas: "¿Oyen eso? ¿Lo oyen…? Es el silencio…." para añadir "es el silencio de los socialistas mientras abandonan el criterio de población, para someterse a los intereses de Moncloa".

Coincidiendo con esa polémica, desde la izquierda sacaron la bronca del escudo; una de esas polémicas que pueden tocar fibras sensibles. Teresa Rodríguez quiso elevar un listón del PSOE para calificarlo de "logo fake" y "engendro hortera" reclamando "¡deje en paz los símbolos de los andaluces!". Será por zascas. Por momentos se pensaría que la derecha había emprendido el saqueo simbólico de Andalucía, pero la operación de momento parece haber pinchado, por dos razones: en plena pandemia, no pasa de verse como un asunto anecdótico; y es un sello que se viene usando como pin desde el 40 aniversario del 28-F. Las comparaciones con otras comunidades devalúan la sombra del escándalo; pero el debate lo resolverá el TSJA ante la reclamación de la tropa de Cañamero. Mejor así. Entretanto, más allá del error de ponerlo en el atril de San Telmo, sólo cabe decir que el escudo es más carca que una obra de Echegaray.

A Marín sí se le ha visto incómodo con el movimiento de Arrimadas que ha sacudido el tablero político marcado por la dinámica de bloques. Desde FAES a Lledoners, desde la derecha más patriotera a la izquierda indepe más recalcitrante, nadie parece cómodo con que pueda alterarse el statu quo. En realidad Cs no ha cambiado su voto; pero marcar espacio propio hacia el centro altera la geometría con la que están más cómodos sobre todo en los extremos. Marín, en todo caso, quiso dejar claro que en Andalucía no hay la menor fisura en la coalición gubernamental, a pesar de que Alejandro Hernández les agitó el espantajo maliciosamente; y que Susana Díaz –ay, el gatito– felicitaba a Arrimadas con la misma intención. A decir verdad, los líderes andaluces de PSOE y Cs, antes amigos, se detestan más que Bette Davis y Joan Crawford.

En fin, nadie, ni siquiera en los momentos de mayor zozobra colectiva en un estado de confinamiento, se aburre en la política española y tampoco en la andaluza, donde se sumaba desde este fin de semana el frente añadido de los criterios desiguales en la desescalada de la que han quedado excluidas por completo a Málaga y Granada. Mal asunto que a la opacidad de los criterios y de los técnicos se sumase la sombra de la arbitrariedad. De momento hay algo seguro: el famoso viaje de Pedro Sánchez de Almería a Cádiz no se podrá hacer. El presidente no contaba con que por medio quedan Granada y Málaga.

Y ahora Celia Villalobos concursará en Master Chef. Sólo cabe una pregunta: ¿Era necesario?

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