el poliedro

Tacho Rufino

El disparate del bono cultural

Otorgar 400 euros a 500.000 nuevos mayores de edad con un criterio tan borroso como la cultura es una política irracionalComprometer 200 millones con una torpe vocación electoralista es un dispendio

26 de marzo 2022 - 01:47

El llamado bono cultural joven (BCJ) es una medida graciable que el Gobierno relanza tras la pandemia -si es que ésta llama a su fin-, que dice tener "como primer objetivo facilitar el acceso universal y diversificado de los jóvenes a la cultura, afianzar hábitos y crear nuevos públicos. Pero también apoyar y dinamizar ciertos sectores culturales que han resultado castigados durante la pandemia", según declara públicamente el Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez. El texto entrecomillado es un vivo ejemplo de corrección política, o sea, de poca cosa con mucha prosopopeya. Universal no es el BCJ, porque darle un regalo de puesta de largo sólo a los que cumplan 18 en un año concreto es de lo más selectivo. Si yo hubiera cumplido la mayoría de edad el año pasado o cinco más atrás o delante en edad me sentiría agraviado: ¿por qué no a mí, y sí a mi hermano pequeño o mayor? ¿De qué 'universo' hablamos? "Diversificado", ¿eso qué es? Una gran palabreja, vacua en este contexto, y digna de análisis, si no fuera ocioso ese empeño. "Afianzar hábitos", pero ¿cuáles hábitos? Todo esto es ya de suyo borroso, pero sin duda lo más enigmático del asunto es el adjetivo "cultural", porque qué es y no es cultura es uno de los debates teóricos y antropológicos más enredados de la historia: ¿hablamos de conocimientos intelectuales, de lectura y refinamiento literario, musical o, en general, artístico? ¿O nos referimos a costumbres, tradiciones o valores compartidos?

A los efectos de otorgar y recibir esta gratificación pública, y como se debate ahora con carga ideológica, ¿son cultura los videojuegos, lo son los toros, los conciertos trap o los discos de reggaeton, la promoción de este o aquel enfoque del feminismo, lo son las bandas procesionales? ¿Qué es la cultura, oiga? El asunto es un disparate, un albondigón teórico y técnico, o sea, de gestión de la forma de distribuir este regalo entre 500.000 potenciales receptores. ¿Es necesario el BCJ, o siquiera conveniente para "dinamizar ciertos [cuáles] sectores culturales castigados por la pandemia"? En un contexto de creciente deuda pública e incertidumbre máxima para empresas, contribuyentes, con la lacra de la atención primaria infradotada, la carestía de los ayuntamientos y lo que queramos con buen criterio temer, comprometer 200 millones de euros con una torpe vocación electoralista es un dispendio. Una injusticia. Una gilipollez de 200 millones.

Al llegar a casa para completar esta pieza, pregunto la opinión sobre el BCJ a mi hija. Lo primero que pregunta es si esta ayuda va a ser periódica, o sólo por una vez (como es, por suerte). Lo siguiente que se cuestiona es qué leches va a hacer un chaval o chavala de 18 años con ese dinero caído del cielo -del cielo gris de los contribuyentes-, sin criterio cultural alguno mayoría de los casos (como siempre ha sido y será: es una edad de aluvión). Es muy de temerse que eso cientos de millones dilipendiados a la violeta no contribuyan al acceso de los jóvenes a la cultura, sea ésta lo que sea, ni a a dinamizar sectores culturales. Es un doping electoral, y encima rancio, ya sin sentido. Un desatino y una liberalidad. No pongas tus sucias manos sobre Mozart, decía el título de un artículo de Manuel Vicent en Triunfo en 1980. No pongas tus manos electoralistas sobre la cultura. Y menos, para nada, ni siquiera para tu marketing electoral. Aplícate al gobierno de un país comprometido seriamente con su futuro. No hagas de las tonterías problemas, ni de los problemas tonterías. El bono cultural joven es bono; pero no es cultural ni es joven. Es un acto de política cosmética que no es de recibo en estos tiempos tan peligrosos, donde la economía pública necesita criterio, no confeti, papelillos que manchan el suelo que pisamos, tan movedizo.

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